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Cinco cuentos de Burgos Cantor para vacaciones

Estos cuentos, uno por cada libro de cuentos que publicó, son un homenaje al maestro Burgos Cantor y una invitación a mantenerlo siempre con vida.

Roberto Burgos Cantor

 

Dicen que los escritores no mueren, que viven para siempre en sus libros. Ya es un lugar común y, sin embargo, esa posibilidad de mantenerse vivo no es una cualidad innata del escritor, sino que es una facultad que le pertenece a los lectores. Ese es su don y es un deber con aquellos que, a través de sus obras, nos han abierto a nosotros, los lectores, las puertas de una nueva vida, más plena y más intensa.

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A pesar de estar separados por años, a estas historias las une secretamente la grandísima tristeza de sus personajes. Cada uno atraviesa el desierto de la vida con un enorme peso a cuestas y, sin embargo, todos han decidido vivir para ser los cronistas, las voces, de aquel dolor.

Esas voces —que son como la vida misma— llevan en su canto pesaroso toda la belleza de la humanidad. Después de leer los cuentos de Burgos, el lector queda como dos de sus personajes que acaban de ver Los 400 golpes de François Truffaut: “los dos mirándose sin saber qué hacer con tanta felicidad y tanta ternura y tanta tristeza”.

Esperamos que nuestros queridos lectores sientan lo mismo al adentrarse en estos cuentos recomendados que son como pequeñas puertas al grandísimo mundo literario de uno de los escritores contemporáneos más importantes que ha tenido el país.

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A continuación, encontrará un extracto de cada cuento.

“Historia de cantantes”, de Lo amador (1980)

Lo amador

"Ella estaba también llorando y con las luces apagadas cuando me abrió la puerta y me abracé a ella me di cuenta que su llanto no era igual al mío ni al de la otra gente sino una cosa triste que se estaba comiendo todo".

Mabel Herrera quiere ser cantante: un músico, como su padre. Su monólogo interior (que busca captar la corriente del pensamiento tal cual se va manifestando) guía el cuento y junto a dos cartas insertadas en la narración nos van revelando las tensiones irreconciliables de su familia. Su madre siente un rencor profundo por su padre, quien la ha dejado con su hija en el barrio Lo Amador, de Cartagena, para irse a Venezuela a buscar una mejor suerte. Por eso, a la madre le produce tanto dolor escuchar a Mabel cantar, pues con la música viene el presagio de otro posible abandono. Mabel admira a su padre porque es músico, y por eso quiere cantar, pero aquel padre admirado ahora vive sumido en la ruda vida cotidiana del que emigra buscando ayudar a su familia, sin conseguirlo. No podrá hacer llegar a su esposa la canción que le ha compuesto; ella no quisiera recibirla. Estas tensiones familiares que componen el cuento son las que precipitan un final trágico.

“Emerita Pertuz, mi tirana, llora frente al mar”, de De gozos y desvelos (1987)

"Ay, si alguien se detuviera un momento a oír mi canción. Lo único que yo haría es arrancar una cañabrava de la cerca y romperme el pecho y dejar el corazón a la vista y morirme ya. Pero aquí me quedo".

De gozos y desvelos

Esta es una historia de desamor. Una mujer espera en un bar, cerca de la entrada del puerto de Cartagena, a que aparezca su amado, quien no llegó a su encuentro pactado. Sentada en el bar, lo único que puede hacer la mujer es recordar. Gran parte de este cuento extenso es el despliegue de ese recuerdo, frente al mar, y se intercala con el relato en primera persona del hombre que nunca llegó. Él se dirige a la mujer para contarle su inesperada travesía como polizón en un barco de carga, en busca de un futuro mejor para los dos. Pero el relato del hombre solo es escuchado por las paredes metálicas del barco en el que está viajando. Ellos no vuelven a hablar: la mujer no sabe la razón de la ausencia de su amado y aquel no podrá explicarle por qué esa ausencia se prolonga cada vez más, a medida que el mar los aleja.

“Nada, ni siquiera Obdulia Martina”, de Quiero es cantar (1998)

Quiero es cantar

"Cómo fui. Desaparecido el recuerdo no me reconozco. No me encuentro. No me sé. Lo insoportable: no me imagino. En un tiempo, allá afuera y un tiempo aquí encerrada, imaginé mucho. La imaginación me servía para estirar la realidad".

Obdulia Martina, la hija mayor de los Buelvas, no volverá a ver la luz. A lo largo de todo este cuento extenso, Obdulia va, literalmente, desapareciendo. Encerrada y a oscuras, su monólogo es la expresión de un dolor demasiado intenso, es la agonía de pensar en el olvido y la desaparición de sí mismo, en la idea de deshacerse, de dejar de existir, de volverse nada. ¿Por qué le tocó a Obdulia esa suerte? Esto se cuenta en otras partes de la narración que se intercalan con su monólogo y por las cuales sabemos qué ha pasado antes para que su familia llegara a tomar la decisión de encerrarla. En ese entrelazamiento del afuera del mundo y del adentro del encierro emerge una visión desoladora de la existencia. Lo confirma el padre de Obdulia, sentado en la cantina del pueblo, cuando dice: así es la vida, un constante acabarse.

“Usted dice que…”, de Una siempre es la misma (2009)

"Hay días difíciles. No por la soledad. Sí por el vacío. Por la falta de dirección. ¿Para qué hago esto y aquello? Y camino por estas ruinas de una ciudad que escapa para dejar restos, escombros y más ruinas".

Una siempre es la misma

Una mujer trabaja en una línea caliente, escucha a sus clientes y repite lo que ellos le dicen, complace casi con inocencia sus fantasías, adopta los nombres que ellos le ponen. Ha decidido aceptar ese trabajo mientras espera la indemnización por el asesinato de su esposo, que ocurrió en medio de la masacre de Mapiripán. Pero quizás ese trabajo, más que una forma de sustento económico, es una manera de buscar compañía o amor después de enviudar. Intentar amar y ser amado en medio de la precariedad del teléfono y el vacío de la viudez hace parte de la belleza de los personajes de este cuento. Cuando uno de los clientes asiduos le propone que se vean, la mujer sentirá curiosidad.

“El secreto de Alicia”, de El secreto de Alicia (2013)

El secreto de Alicia

"¿Qué quedaba? Soportaba una especie de presente inmóvil en el que desaparecieron los días y las noches. Como si el tiempo se hubiera trabado para él y se hubiera convertido en una acechanza".

Alberto es un escritor y crítico de cine que está viajando con su hija y la familia de aquella de Atlanta a Nueva York. Alberto siente un malestar que se vuelve cada vez algo más grave y que lo hace retornar a Bogotá. La belleza del cuento está en esa narración conmovedora, en tercera persona, de los últimos días de un hombre: la evocación de su figura, de su familia, de sus amigos, de sus gustos y sus recuerdos de juventud. No es un cuento de relaciones problemáticas: es un retrato sereno de la vida agolpándose cuando se acerca su final, es una crónica de la vida acabándose y dejando tras de sí un recuento de días llenos de mar y cine.

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Daniela Guerrero Acosta
Coordinación de Comunicaciones
Bogotá D. C., junio 2020
Imágenes: Departamento de Comunicación y Publicaciones
Última actualización: 2020-06-19 09:40