Recordamos la memoria del poeta Gustavo Cobo Borda y su carrera honorable en la escritura.
Bien o mal, los poetas no cobran nada por revelar el engaño consentido con que entre todos nos sentimos seres reales de carne y hueso.
Gustavo Cobo Borda, Los Poetas mienten (2019)
Cuando un escritor trasciende el plano terrenal y humano, sus palabras quedan más que vivas, no solo como un recuerdo inconmensurable del ser que parte, sino como un regalo permanente y reconfortante para las almas lectoras convocadas a través de las letras. Juan Gustavo Cobo Borda, eminencia nacional y latinoamericana, parte con un legado de más de un centenar obras de gran envergadura que reúne no solo textos poéticos, sino ensayísticos, investigativos y periodísticos.
La Universidad Central reconoció su gran trabajo de vida en el año 2016, cuando le entregó el Doctorado en Honoris Causa debido a su amplia y extensa trayectoria escritora e intelectual, un homenaje más que merecido para alguien como él.
Esta evocación es una fiel representación de lo que el profesor Óscar Godoy destaca como una de las cualidades principales del maestro Cobo Borda: su sonrisa, que se traduce en el alto sentido del humor con el que contaba y podría transmitir a los demás a su paso, pues “tenía un humor agudo y fino… Recuerdo que una vez fue jurado en uno de nuestros concursos y era un gran conversador, con una chispa de humor que le salía muy natural. Siempre estaba buscando una salida al humor”, afirma.
Asimismo, el profesor Godoy resalta la gran labor cultural del maestro Cobo Borda en el país como promotor de escritores, pues estuvo detrás de proyectos importantes de la literatura en Colombia. Un ejemplo de lo anterior, comenta, es que fue el gran impulsor de la Revista Eco, publicación que marcó época en los años setentas y ochentas. Este medio comunicativo fue una plataforma de muchos escritores que luego se volvieron muy importantes en el contexto de la escritura nacional e internacional (soporte de los llamados “post-nadaístas” o “poetas del Frente Nacional”). Así, es gracias al maestro Cobo Borda, por lo tanto, que mucho de nuestro capital literario ha llegado hasta nosotros.
Recordamos para este pequeño homenaje un fragmento de uno de sus grandes escritos derivado de su primer libro de poesía Consejos para sobrevivir (1974):
Probablemente encontrado en un bolsillo de Nerval
Hoy me ausentaré de mí, me excusaré de mi presencia,
diré adiós a mi envoltura
y seré más amigo de ese otro ser que me amortaja.
Hoy tengo una cita:
me encontraré con el reflejo que me busca,
con el cuchillo que me acecha;
dibujaré con más amor mi herida
para que allí anides y le pierdas.
Hoy salgo de mí, me digo adiós,
dejo mi rostro como prueba de partida,
me evaporo entre la bruma y resucito.
Camino hacia la huella que se borra,
me persigo por los senderos del bosque:
soy el ladrido y la fuga sin fin del jabalí;
también la flecha y el salto del venado.
Me encuentro en la mosca que me bebe.
Desaparezco entre un farol que agiganta la niebla
y sigo siendo la bufanda que me ahorca.
“Hoy no me esperes porque la noche será negra y blanca”.
A Aurelio Arturo
Hoy se ausenta el maestro que se encontrará con su propio reflejo en el lugar al que vaya. Será esa huella que dibujará un nuevo horizonte, a partir de un bosque de letras bifurcado en la presencia permanente del recuerdo. Adiós, maestro.