Según una investigación del programa de Ingeniería Ambiental, en 2025 habrá desabastecimiento de agua en Bogotá y sus regiones aledañas.
El 22 de marzo celebramos el Día Internacional del Agua. Paradójicamente, el recurso dependerá cada vez más de sistemas naturales vulnerables por los efectos del cambio climático.
En el estudio "Efectos del cambio de cobertura vegetal y del cambio climático en el abastecimiento de agua para Bogotá", realizado por el grupo de investigación Agua y Desarrollo Sostenible, del Departamento de Ingeniería Ambiental, se analizó, en su primera fase (2010-2011), la hidroclimatología correspondiente a la capital colombiana y los municipios aledaños. Para ello se utilizó el modelo Weather Research & Forecasting, que simula los efectos y la variabilidad climática.
Más de diez millones de personas, que habitan en esta región, se abastecen de los sistemas Chingaza, Bogotá, Sumapaz y Tunjuelo. Ellas demandan un alto volumen del líquido para cubrir sus necesidades domésticas, agrícolas, industriales y comerciales. Debido a los constantes cambios climáticos, a la fuerte y creciente demanda, al consumo desmedido y a la pérdida de agua, se estima que, en 2025, habrá desabastecimiento.
En el estudio se señala que el traslado de agua, la desviación y regulación de caudales, la apropiación de depósitos que, territorialmente, son propiedad de otros municipios, un consumo excesivo, pérdidas de aproximadamente un 40 % del flujo normal del líquido y la descarga de agua residual poco tratada y con reducida calidad para cualquier uso en las cuencas media y baja del río Bogotá son la expresión de un metabolismo hídrico lineal insostenible.
Es mínima la intervención de los actores encargados de la vigilancia, conservación y preservación de los recursos hídricos. Actualmente existen conflictos sobre la descontaminación del río Bogotá, que se concentran, principalmente, en los costos de interceptación de afluentes y de los sistemas de tratamiento. Diferentes entidades han calculado estos rubros, en varias oportunidades. Entre ellas están la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, el Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes) y El Tiempo. Las cifras resultantes han sido motivo de discusión pero no de ejecución.
El agua no cumple con los requerimientos de calidad establecidos por la norma ambiental para su uso. Esto obedece a la insuficiencia de fuentes de financiamiento y a la evidente desarticulación de las instituciones distritales. De acuerdo con la investigación de este grupo unicentralista, el Distrito se ha centrado en la necesidad de limpiar el río Bogotá, pero ha dejado de lado el componente social de sus cuencas, en las cuales se desarrollan actividades agrícolas e industriales de gran impacto y se ubican considerables asentamientos humanos que generan una gran carga contaminante de materia orgánica. Por tanto, es necesario proteger los ecosistemas y las zonas abastecedoras, lograr la descentralización, establecer el costo mínimo, obtener el saneamiento financiero, aumentar la calidad del servicio y alcanzar el 100 % la cobertura urbana.
A estas problemáticas se suma el deterioro de la cubierta forestal, encargada del almacenamiento de humedad y de conservar las fuentes de agua. Tal detrimento obedece a la indiferencia y resistencia de los usuarios y de la población que habita cerca de los afluentes. Estos son los responsables del sostenimiento del ecosistema.
El consumo promedio de una familia en Bogotá es de 10,76 metros cúbicos de agua y cada habitante gasta una media de 76,32 litros diarios. En los estratos 1, 2 y 3 se consume más agua en lavamanos y lavaplatos, mientras que en los estratos 4, 5 y 6, además de estos, se usa más el líquido en baños y duchas. En Latinoamérica, la capital que más consume el líquido es Buenos Aires, donde, coincidencialmente, tiene más bajo costo; mientras que Bogotá es en la que menos se utiliza el recurso. Así lo señala un estudio realizado por El Tiempo.com, en 2013.
La capacidad técnica, tecnológica, de infraestructura y de recursos que posee la capital le ha permitido abastecer a los municipios aledaños. Esta relación es cada vez más vulnerable debido al inusitado crecimiento, y a la demanda, de la población. El reto urbano de la gestión del agua para el año 2025 estará en la adecuada coordinación entre los gobiernos a fin de que las posibilidades de suministro respondan de manera confiable a las dinámicas urbanas y se materialicen proyectos para la descentralización del abastecimiento o se logre la asociación de municipios que reduzcan la vulnerabilidad de los usuarios.
"El reto más grande que tiene no solo Bogotá, sino también el país, es el de generar nuevos conocimientos, una cultura del agua, mediante cátedras ciudadanas y la creación de una red nacional que involucre todos los pueblos colombianos", asegura el profesor Rodrigo Marín, uno de los líderes de la investigación y catedrático de la Universidad Central.
Pero el mayor reto que debe asumir la ciudad del futuro y su área metropolitana será obedecer las leyes, principios y dinámicas de la naturaleza, anteponiéndolas a las decisiones políticas y las proyecciones económicas.