La política monetaria del banco central, disonante de la región, ha generado desconcierto entre los inversionistas del mercado de capitales.
La reunión ordinaria de fin de mes del pasado marzo del Banco de la República donde redujo apenas medio punto porcentual su tasa de intervención a 3.75% cuando otros bancos centrales de Latinoamérica habían bajado, en sesiones extraordinarias en lo corrido del mes, 1% su tipo de interés de referencia.
Y los comentarios del gerente del emisor, Juan José Echavarría, donde deja entrever que el ritmo de descensos de la misma seguiría en el orden de medio punto porcentual por mes, aun cuando sus pares en la región (México, Paraguay, Perú, entre otros) bajaron otro punto porcentual en lo corrido de abril durante sesiones imprevistas; deja de manifiesto un ambiente enrarecido para el mercado bursátil: bonos y acciones, sobre la postura y accionar conservador del emisor en su política monetaria anticíclica.
Con el mensaje que, a partir de la información disponible y en las sesiones ordinarias programadas generalmente para los fines de mes, se tomarán las decisiones pertinentes desde el punto de vista monetario y cambiario y su escepticismo manifiesto sobre el impacto de la política de reducción de su tasa de interés en el corto plazo, con lo cual no se descubre nada, se ha concentrado ardua y eficazmente en garantizar la liquidez del sistema financiero como pilar fundamental, hasta ahora, de su rol ante los efectos económicos y financieros de la pandemia en nuestro país.
Del otro lado, consternados y sorprendidos se encuentran los inversionistas locales y extranjeros de nuestro mercado de capitales quienes esperaban mayores y más rápidos descensos en los tipos de interés en consonancia con la región y soportados en el inminente deterioro de los pronósticos sobre el crecimiento económico para 2020 que van desde el -1.4 % hasta -7.9 %, explicados por los efectos del confinamiento en la actividad productiva y la desafortunada exacerbación del descenso de los precios del petróleo vía la guerra de precios suscitada entre Rusia y Arabia Saudita que nos valió una reducción en nuestra calificación crediticia de deuda soberana a BBB- dejándonos a portas de salir del selecto grupo de países calificados como grado de inversión hacia deudas calificadas como de grado especulativo o basura.
Con estimaciones de los analistas económicos de inflación de 3.41% para cierre año, coincidentes con la meta del emisor del 3%, las preocupaciones de éste se desligan del ámbito del mantenimiento del poder adquisitivo hacia el crecimiento económico de largo plazo por lo que el mercado descuenta a junio que la tasa de interés del emisor estará en 2.5% lo que supone una reducción de 1.25% en las próximas tres reuniones.
Sin lugar a dudas, está de alquilar balcón la expectativa que genera el enrarecido ambiente sobre las próximas decisiones de política monetaria, donde en una grada está el emisor con un paso conservador y claramente diferenciador con respecto a la región en cuanto a su ritmo y oportunidad de reducción su tasa de referencia concentrándose hasta ahora en la estabilidad del sistema de pagos a partir de mecanismos de liquidez muy eficientes que han logrado su objetivo al reducir la volatilidad de los mercados financieros.
Y en la otra grada, se ubican aquellos que ven con extrema preocupación la desaceleración del crecimiento económico, el desplome de las expectativas de los empresarios y del Índice de Confianza del Consumidor (ICC) en abril y consideran que se debe sobreponderar el crecimiento en la política monetaria actual del emisor resaltando el valor que tiene la oportunidad en la toma de decisiones dado que el impacto de ésta no se transmite en la economía de inmediato sino que toma un periodo de tiempo -de trasmisión- estimado no menor a 6 meses.