Este 6 de agosto se cumple la efeméride de la fundación de Bogotá, fecha en la que Gonzalo Jiménez de Quesada clavó su espada en nuestra tierra.
Te invitamos a recordar un poco de la historia prehispánica de nuestra capital y de lo acontecido con la llegada de los españoles.
Una historia oculta bajo tierra
En las zonas aledañas a la actual Tocaima se han encontrado herramientas que datan de 16 000 años, época de la Edad de Hielo. Unos 3500 años después los hielos empezaron a derretirse y el bosque andino espació sus semillas sobre nuestros cerros y nuestra sabana; con la flora llegaron animales y, tras ellos, las poblaciones humanas en busca de caza para alimentarse.
Unos años después de estas excavaciones, la antropóloga estadounidense Sylvia Broadbent emprendió durante los años setenta y ochenta una serie de investigaciones en el altiplano cundiboyacense y descubrió un invaluable acervo de restos humanos, herramientas, piezas artesanales y semillas en diversos territorios de la región, que le permitieron demostrar la existencia de una cultura posterior a la abriense y con tecnologías y estructuras sociales mucho más complejas. Como esta investigación inició en el humedal-laguna La Herrera, en Mosquera, la historia recuerda a estos colectivos como cultura herrera.
La gran Confederación Muisca
Estas exploraciones arqueológicas fueron un hito histórico, pues hasta ese entonces la historia de nuestra capital se limitaba a la memoria de los muiscas, un grupo indígena de la familia lingüística chibcha (originarios de Centroamérica) que arribaron a la sabana provenientes del río Magdalena en tiempos del periodo herrera.
No hay un consenso entre los expertos sobre la población muisca existente a la llegada de los españoles. Lo que sí sabemos es que Bogotá (Muyquytá-Bacatá) era uno de los cinco zybyn del Zipazgo. Los zybyn eran los territorios intermedios en los que se dividían las cinco macrounidades político-territoriales de la Confederación Muisca: el Zipazgo (hoy municipio de Funza), el Zacazgo (hoy Tunja), los territorios sagrados de Iraca (hoy Sogamoso) y de Tundama (hoy Duitama) y los territorios autónomos de Guanentá, que carecían de un dirigente único, como lo eran el Zipa y Zaque en sus territorios.
La llegada de los españoles
Fue al territorio de la Confederación Muisca adonde llegaron las huestes del granadino Gonzalo Jiménez de Quesada. El 9 de marzo de 1537 el ejército conquistador fue recibido por Subausaque, cacique de la uta de Suba, y allí pernoctó durante algunos días.
A diferencia de su cuñado Subausaque, el zipa Tisquesusa no tenía interés en tratar con los invasores. Por tal razón, ordenó desalojar la capital de Muyquytá, hoy Funza. Los españoles encontraron una población vacía y sin ninguna de las riquezas que codiciaban.
Su heredero en el trono, Zaquesazipa, el último zipa, se vio obligado a aliarse con los españoles cuando los panches emprendieron una invasión en el territorio muisca. Tras la batalla de Tocarema, en la que los españoles aliados con los muiscas derrotaron a los panches, Pérez de Quesada organizó un festín para conmemorar la victoria, en el cual ordenó la captura de Zaquesazipa, hasta entonces su aliado, con el fin de exigirle que entregara los tesoros del zipazgo. Su negativa desembocó en un juicio presidido por el mismo Pérez de Quesada, tras el cual el último zipa fue torturado hasta la muerte.
Esta fundación, que celebramos hoy, es considerada por la historiografía como una fundación espuria, pues Jiménez de Quesada no estableció un cabildo, sino que conservó el gobierno militar, no trazó calles y no hizo repartición de solares. Fue al año siguiente, en 1539, con la llegada de Sebastián de Belalcázar desde el sur y Nicolás de Federmann desde el oriente, que mediante un acto solemne el día 27 de abril se fundó jurídicamente el territorio de Santa Fe, que un año después sería reconocida con la categoría de ciudad.
Desde ese entonces, nuestra ciudad ha cambiado varias veces de nombre y ha presenciado muchos de los acontecimientos que han marcado nuestra historia como nación. Celebremos hoy esa riqueza histórica de nuestra ciudad y rindamos un homenaje a los cientos de generaciones que han pisado su suelo.