Ricardo Güel Camacho, profesor de Economía de la U. Central, hace una reflexión y comparte sus comentarios iniciales en torno al Plan Nacional de Desarrollo.
El Departamento Nacional de Planeación presentó las bases del Plan Nacional de Desarrollo (PND): 2022-2026 (Proyecto de ley por el cual se expide el Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026: “Colombia Potencia Mundial de la Vida”).
En el documento se afirma que el propósito del Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026 es la construcción de un nuevo contrato social que: “propicie la superación de injusticias y exclusiones históricas, la no repetición del conflicto, el cambio de nuestra forma de relacionarnos con el ambiente, y una transformación productiva sustentada en el conocimiento y en armonía con la naturaleza”.
En dicho contexto, el PND subraya que las transformaciones se desarrollarán teniendo como punto de partida el territorio. “Ello significa que su ordenamiento alrededor del agua tiene que crear las condiciones propicias para que la economía sea descarbonizada, con base en la biodiversidad e incluyente”. Los elementos constitutivos del PND son el ordenamiento territorial, teniendo como centro el agua; la transformación de la estructura productiva a partir del eje tecnológico de la descarbonización como principio de las economías limpias y biodiversas; y la sostenibilidad del nuevo contrato social debe estar “acompañada de la equidad y la inclusión. Desde luego se asume en el Plan de Desarrollo la interdependencia de las tres dimensiones.
El PND y el territorio
El principio del ordenamiento territorial de las categorías ciudad-campo “es que ambas son categorías analíticas para designar especificidades de una sola realidad”. En ese contexto, el Plan Nacional de Desarrollo precisa: “Las transformaciones tienen que ser sustantivas y tienen que ver con la recuperación de las cuencas; el diseño de estrategias adecuadas para responder a las inundaciones y sequías; la universalización de los acueductos; la sostenibilidad de las ciudades; el desarrollo del transporte fluvial; la distribución de la tierra, como condición básica para incrementar la productividad agropecuaria y reducir la dependencia de la importación de alimentos; la lucha contra la deforestación, la minería ilegal y el narcotráfico; así como la transformación de la matriz energética, y la reducción de la dependencia del petróleo y de la minería contaminante”.
En ese contexto, el PND subraya que es fundamental el control del territorio por las comunidades al respecto: “Las comunidades tienen que apropiarse de su espacio, y este ejercicio comienza con el aprovechamiento de las rentas generadas en el territorio. Es inaceptable que en regiones ricas habiten poblaciones tan pobres. Los excedentes producidos por la exuberancia de la naturaleza colombiana no se reflejan en un mejoramiento de las condiciones de vida de la mayor parte de la población”.
A su vez, el Plan Nacional de Desarrollo (PND) recalca su singularidad con respecto a las visiones convencionales del desarrollo económico al menos en dos sentidos:
- Reconocer la importancia de los recursos naturales, y su relación integral con la naturaleza.
- Subraya la necesidad de una relación armónica entre los sectores públicos y privados, los grupos étnicos y los sectores sociales y populares, sin preponderancia de ninguno.
En ese sentido reivindica un viejo anhelo de la lucha por la democracia que consiste en que las comunidades étnicas y los sectores sociales y populares sean actores sociales.
La teoría de la convergencia económica aplicada al PND
El estudio de las desigualdades regionales es una característica estructural de las economías de América Latina, en la cual, Colombia es un caso empírico especifico. La literatura económica ha abordado estos temas desde la perspectiva de la convergencia económica, que en la disciplina económica tiene una larga tradición teórica y empírica que se podría remontar al largo siglo XVI, en el contexto del nacimiento de la modernidad capitalista, cuyas dos más importantes manifestaciones son la primera y segunda revolución industrial como revoluciones científico-técnicas, en el último tercio del siglo XVIII y finales del siglo XIX, en las regiones más dinámicas de Europa y más tarde a principios del siglo XX, en Estados Unidos. Los modelos más contemporáneos de las últimas décadas del siglo XX sobre convergencia económica (Barro y Sala-i-Martin, 1992; Barro, 1991).
Sin embargo, a pesar de tener unos sólidos fundamentos teóricos, la hipótesis de convergencia fue prontamente debatida, pues a menudo no es confirmado por los datos. Algunos de los autores que la controvertían argumentaron que el ingreso per cápita (pc) de las regiones no había mostrado signos de convergencia hasta el momento.
Los estudios sobre Colombia (Rocha y Vivas, 1998; Bonet y Meisel, 2001; Branisa y Cardozo, 2009; Galvis y Meisel, 2013; Galvis y Hahn, 2016); a pesar de las divergencias metodológicas, concluyen en promedio que Colombia es un país donde no se ha observado un proceso de convergencia regional del producto per cápita. La producción se concentra en las regiones cercanas al centro del país, mientras que las regiones periféricas, como las costas Caribe y Pacífica, presentan una disminución en términos relativos en su actividad económica per cápita. Esto, básicamente porque las brechas regionales durante el siglo XX no presentaron indicios de haberse reducido.
Los marcados contrastes de la geografía colombiana dividen su territorio en seis regiones naturales, cuyos límites no necesariamente coinciden con la organización política que rige actualmente en el país. Es el caso de los territorios ubicados al sur de la cordillera oriental que contienen dos de estas regiones naturales que se denominan la Amazonía y la Orinoquía. Estas son regiones con poca población, representan aproximadamente el 60 % del territorio nacional pero sólo el 5 % de los habitantes del país.
¿Qué dice la historia del PIB en Colombia?
Los estudios de largo plazo han demostrado en períodos que abarcan 1930-2010, sobre la participación regional del Producto Interno Bruto (PIB) estimado, que Bogotá y Cundinamarca (en la primera mitad del siglo XX su participación era cercana al 25% del PIB total, y a principios del siglo XXI se encontraba en el 30% del total) han incrementado su participación dentro de la economía nacional, más allá del achatamiento de la pendiente desde mediados de los ochenta, como manifestación del estancamiento en la diversificación de su PIB.
La región Centro-Occidente producía aproximadamente el 24 % del total en 1930, pero su participación fue disminuyendo durante la segunda mitad del siglo hasta llegar al 17 % en 2010. Las regiones Caribe, Pacífico y Centro-Oriente presentaban unos porcentajes entre 20 % y 10 % en la primera mitad del siglo, y con el transcurso del tiempo, han ido convergiendo a una participación cercana al 15 %. La región de los antiguos territorios nacionales presentó una escasa participación en 1940, pero esta se incrementó de manera sostenida en las décadas siguientes hasta terminar en el 7 %.
Así, el aumento del PIB en esta región se ha dado sobre todo por aumentos en la producción de petróleo en los departamentos de Arauca y Meta, y también se caracteriza por tener una amplia extensión geográfica y poca densidad de población.
La dinámica del PIB de cada región tiene un efecto sobre la participación regional de la población estimada, por ejemplo, en los estudios que abarcan un período entre 1910-2010. En ese sentido, una dinámica creciente del PIB en el largo plazo induce un crecimiento de la población.
En ese sentido, por ejemplo, la región Centro-Oriente (que incluye a Boyacá, Tolima, Huila, Norte de Santander y Santander), redujo sostenidamente su participación en la población total, del 33 % en 1910 hasta el 15 % en 2010. Mientras tanto, las regiones Caribe, Bogotá y Cundinamarca incrementaron su peso relativo, pasando del 15 % al 22 %.
La literatura sobre convergencia regional utiliza dos métodos, el de convergencia β y la convergencia σ:
Convergencia tipo β:
Se compara para todas las regiones la tasa de crecimiento observada durante todo el periodo frente a su ingreso per cápita inicial. En este sentido, para que se pueda afirmar que hay convergencia β regional, debe observarse que los territorios más pobres a comienzos de siglo han experimentado un mayor crecimiento económico que las regiones más ricas. Cabe resaltar que este tipo de análisis es de carácter absoluto, es decir, que no considera diferencias regionales en la inversión de capital humano y físico, los cuales son factores que la literatura identifica como determinantes de la tasa de crecimiento económico en el largo plazo.
Convergencia tipo σ:
Ofrece una perspectiva diferente sobre la convergencia regional. Esta metodología analiza la evolución de la concentración de la riqueza, mediante el cálculo de indicadores de dispersión como el coeficiente de variación o la desviación estándar de la distribución. Adicionalmente, la convergencia σ, involucra los efectos que en el largo plazo tienen cambios en las condiciones técnicas de producción endógenas, como son las inversiones endógenas en el stock de capital, la innovación y el fortalecimiento en el tiempo del capital humano.
Todo ello son procesos complejos de largo plazo, que además involucran factores como la pugna de los factores de poder con respecto al uso eficiente de los derechos de propiedad.
Como diría K. Arrow en referencia a los costos de transacción, que son el resultado del incumplimiento sistemático y sostenible de los contratos: “La falla del mercado no es absoluta; es preferible considerar una categoría más amplia, la de los costos de transacción, que en general impiden y en casos particulares obstruyen, la formación de mercados” (1969, pág.48).