Recordando los momentos culmen de su carrera, el maestro Roberto Burgos Cantor le contó a Noticentral sobre cómo el destino hiló el camino de su vida en la literatura.
En 2007, tras el lanzamiento y presentación en Cartagena de Indias de su novela La Ceiba de la Memoria, Roberto Burgos Cantor cenó con el nobel de literatura Gabriel García Márquez, quien quiso conversar con él para darle la bienvenida a su obra.
El pasado 28 de mayo, El Espectador publicó la fotografía del maestro Burgos, junto a García Márquez, para acompañar el texto La vida es corta y el arte largo, con motivo de la conmemoración de las cinco décadas de Cien años de soledad.
El maestro Burgos, que se desempeña como director del Departamento de Creación Literaria, habló con Noticentral y contó, a partir del recuerdo de ese instante, un poco de la historia de su vida, y de cómo siempre estuvo enamorado de la literatura, evocando momentos inolvidables desde que era apenas un niño lleno de sueños.
“Escribir fue más que una decisión, una búsqueda e imposición de la vida en la que no se puede vivir sin el destello que indica la ruta del destino”, expresó.
Roberto Burgos Cantor, nació en Cartagena de Indias en 1948 es hijo de una familia dedicada a la academia: su padre Roberto Burgos Ojeda, maestro de la universidad de la Heróica y fundador del departamento de Humanidades de la unviersidad de Cartagena, y su madre Constanza Cantor, docente de colegio con largos años de experiencia.
Fue mientras cursaba el grado décimo, en el colegio de los Hermanos Cristianos de su ciudad natal, cuando empezó a probar sus habilidades como escritor.
Siempre fue más allá de las obligaciones y deberes escolares. Un día decidió relatar un hecho que hoy es testimonio de su vocación literaria y con el que empezó a darle forma a su empírica escritura, guiado por la pretensión de convertir los que fuesen sus primeros escritos en un cuento. Este texto solo fue publicado hasta el año 2001, bajo el título Señas de identidad.
Esos experimentos y tentativas de escritura se fueron acumulando en una pequeña mesa en la que generalmente hacía tareas, y con las que su madre se tropezó dándose cuenta de que no eran cartas a una probable novia, ni tareas escolares; por su experiencia como maestra y al observar un buen material, decidió entregar estos textos a su esposo.
Pensó que él era la persona indicada para ver los papeles que estaban escondidos en una gaveta de la mesa escolar. El padre los recibió, los leyó y en un día de paseo decidió hablar con su hijo Roberto, contarle que su mamá le había entregado sus escritos y hacerle saber que esperaba que no lo sintiese como una intromisión o violación al secreto. Además, el joven debía comprender que como era su padre no tenía la objetividad necesaria para hacer comentarios sobre su escritura.
Como maestro, su padre pensaba que esos escritos debían ser leídos por una persona experta en temas de narrativa, y esa persona era Manuel Zapata Olivella, quien en ese entonces ya era un novelista reconocido, con varias obras publicadas y que acababa de fundar la revista Letras Nacionales.
54 años después, el maestro Roberto Burgos Cantor recuerda con nitidez y nostalgia que quedó tenso y a la espera de una respuesta. Tras casi tres meses, Zapata Olivella no daba ninguna señal, ante lo que decidió olvidar el tema, hasta que un día, tras sus labores escolares, llegó a casa y encontró un paquete.
Era la edición número tres de la revista Letras Nacionales que tenía en la tapa la imagen de León de Greiff que transmitía una sensación de clase y sobriedad, Burgos la ojeó y reconoció el titulo de su primer cuento publicado La lechuza dijo el Requiem, junto al de un escritor de 70 años llamado Eutiquio Leal.
Roberto miró con cuidado y los dos cuentos venían precedidos de una introducción de Zapata Olivella donde explicaba su decisión, dando a conocer lo que surgía de la lectura comparativa de un muchacho de 15 años y un escritor veterano de 70; de esta manera, Roberto Burgos Cantor se abrió un espacio en la literatura de manera pública.
Al culminar el bachillerato y conversar con sus padres sobre cual sería el curso de su vida profesional y llevando en el alma las lecturas de los novelistas rusos y de escritores como Dickens, imaginaba que el lugar óptimo para escribir sería un clima frío, una tierra donde la vida tuviera un mayor sigilo que la algarabía permanente del Caribe.
Tras el consejo de su padre de estudiar Derecho, el joven Burgos Cantor tomó rumbo a Bogotá para ingresar a la Universidad Nacional de Colombia, de la cual se graduó como abogado en 1971, profesión que ejerció durante cerca de 15 años enfocado en legislación notarial, una rama del derecho que evitaba pleitos; intervino en reformas e incluso fue ministro consejero en Panamá y cónsul en Viena.
“Rápidamente comprendí que de una cosa se come y de otra cosa se vive, yo comía del Derecho y ahora vivo de la literatura”
Carrera en la Universidad Central
Hace seis años llegó a la UC tras haber obtenido el Premio Casa de las Américas en 2009, por su novela La ceiba de la memoria. Pese a que no realizó estudios en literatura, afirma que su formación son las novelas y escritos que ha realizado a lo largo de toda su vida y que la universidad ha sido una enseñanza más en su amplio recorrido literario.
La conversación, las discusiones y los trabajos con los estudiantes del Dpto. de Creación Literaria le ayudan a transformar su comprensión de la literatura. Compartir el material con los estudiantes le ha permitido abrir la mente y crear nuevos textos, no dejar atrás eso que relató hace mucho tiempo y que hoy le sirve de ejemplo a un sinnúmero de escritores nacientes.
A los nuevos escritores les aconseja que escriban siempre, que no esperen ni la brujita ni la mariposita de la inspiración: “suden la escritura, es muy agradecida cuando te dedicas a ella”