Analizamos con el profesor Wilmer Mesías López las implicaciones de recientes avances en el campo de la identificación personal
Recientemente, varios medios europeos han alertado por la acogida que han tenido entre miles de ciudadanos los orb, unos dispositivos en forma de globo del tamaño similar al de un balón utilizados para que las personas escaneen su iris a cambio de criptomonedas que luego pueden convertir a euros.
El mismo entusiasmo se dio en Buenos Aires, Mar del Plata, Córdoba y Mendoza en Argentina, donde se vieron largas filas con ese propósito. Tal ha sido la masificación de esta práctica en ese país que la Agencia de Acceso a la Información Pública inició una investigación de oficio para indagar sobre la captación, custodia y uso de estos datos.
La razón detrás de este fenómeno es el proyecto de código abierto WorldID, creado en 2020 por Sam Altman, cabeza de OpenAI, compañía que desarrolló el conocido ChatGPT.
En un futuro se visualiza la utilidad que tendría este desarrollo en la entrega de una renta básica universal. De esta forma se aseguraría de que cada ser humano reciba esta renta siempre una sola vez.
Los creadores de WorldID explican que los orb escanean los iris, crean un código único y comprueban que no haya copias de este en su base de datos. Luego, el dispositivo elimina la imagen del escaneo del iris y crea la identidad única digital asignada a la persona que entregó sus datos biométricos.
Las razones para ir por los datos biométricos
Los creadores de WorldID aseguran que en los próximos años más del 90 % de todo con lo que interactuamos y vemos será creado o mejorado por la IA.
Los riesgos del avance acelerado de esta tecnología no solo tienen que ver con las suplantaciones, sino también que, por ejemplo, a través de bots en redes sociales se incida en la opinión pública para orientar matrices de pensamiento y direccionar las decisiones que tomen los ciudadanos en democracia.
Otro de los usos que se le podría dar a este desarrollo tiene que ver con el voto electrónico, el intercambio de criptomonedas y la autenticación en perfiles de redes sociales o sitios de compras por internet. Esta es la razón por la que WorldID opta por los datos biométricos que son irremplazables, casi imposibles de vulnerar y que permanecen inalterados a lo largo de los años.
Para Wilmer Mesías López, director del programa de Ingeniería de Sistemas y Computación, este tipo de iniciativas son el comienzo de una carrera por llegar a la próxima era de la identificación, donde se debe garantizar cien por ciento quién es quién, además, teniendo en cuenta que los mecanismos tradicionales de verificación de identidad, como los pines de seguridad y las contraseñas, estarán en riesgo en un futuro próximo.
“Puede ser que estos mecanismos ya no sean lo suficientemente seguros para identificar a las personas y en esto lo que vale es la tecnología que garantiza la privacidad. Si para eso las compañías de tecnología deben invertir millones de dólares, lo van a hacer”, explica.
Frente a la desconfianza que puede generar este tipo de desarrollos entre la población, asegura que no es algo nuevo. Ese mismo sentir se dio en la década de los 90 cuando compañías científicas empezaron a recolectar muestras de ADN que sirvieron como insumo para los desarrollos que existen hoy en día.
La reacción de WorldID ante las medidas gubernamentales
A la fecha de realización de este artículo, más de cinco millones de personas han obtenido su pasaporte digital en WorldID entregando sus datos biométricos. La compañía ha realizado cambios en sus procesos con el objetivo de generar tranquilidad y garantizar la privacidad de los datos.
El pasado 9 de abril anunció que, en adelante, los usuarios tendrán la opción de cancelar de manera permanente la verificación, esto comprende la eliminación del código único asociado al iris. También se garantizará que la plataforma esté disponible únicamente para mayores de 18 años con controles desde los mismos puntos de recolección de datos.
Como lo menciona el profesor López, este tipo de iniciativas buscan adelantarse a los desarrollos tecnológicos que puedan surgir en el futuro. La pregunta no es si la verificación de la condición humana de cada individuo sobre la tierra es necesaria, sino cuál será la tecnología con la que se logre ese propósito y cuándo estará lista.