En su conferencia en la Universidad Central, el embajador Choo Jong Youn hizo manifiesto el sello surcoreano: la practicidad heredada de los norteamericanos en la posguerra y el espíritu reverencial, esencia milenaria de oriente.
El encuentro se realizó el 8 de septiembre y no tenía otro objetivo que elucidar los motivos que hacen de este tigre asiático un gran modelo de desarrollo económico. Más precisamente, se centraba en comprender su vertiginoso crecimiento en términos sociales, el cual a juzgar por los aspectos temporal y geográfico, a todas luces parece inconcebible. Esto puede que contenga los tonos de un anuncio grandilocuente, pero no se trata de una publicidad engañosa, aunque hablamos de una nación con apenas medio siglo de vida cuya extensión no supera la del departamento del Vichada.
Para desentrañar las causas misteriosas del milagro surcoreano, es necesario establecer las condiciones históricas de este pueblo, las cuales, como en todas las revoluciones de cualquier índole, responden necesariamente a una crisis sociocultural, a un estado existencial de una nación.
La independencia de Corea del Sur se produce paradójicamente gracias a la destrucción total del territorio coreano. Durante la posguerra, mediante el conflicto interno peninsular, se constituyeron las dos Coreas, determinadas por los paradigmas ideológicos de los dos colosos de la Guerra Fría, lo que derivó no sólo en la separación, sino en el establecimiento de dos gobiernos antitéticos: Corea del Norte asumió la doctrina socialista, en tanto que Corea del Sur fundamentó su estrategia política bajo las directrices neoliberales delineadas por los Estados Unidos.
No obstante, el embajador enfatizó que a pesar de adoptar dichos caracteres capitalistas, el hacedor de la república fue un dictador que se mantuvo en el poder durante 18 años y sus políticas sociales fueron las que hicieron posible superar la pobreza extrema que reinaba en la hoy potencia asiática. A manos del General Park Chung-hee, Corea mantuvo un crecimiento económico anual del 8%. Sin pensarlo sus contemporáneos, un represor despiadado fue el artífice de la democracia incluyente ostenta hoy.
Gracias al espíritu perseverante de sus pobladores y la resolución de sus dirigentes, Corea del Sur empezó su utopía desde cero. Sabían que requerían de empréstitos para consolidar una infraestructura nacional; no obstante, nadie iba a arriesgar capital en un país derruido. La alternativa fue apelar a lo único que tenían —a lo más valioso— exportaron mano de obra: enfermeras y mineros. Las enfermeras limpiaban cadáveres forasteros con alcohol. A su vez, los mineros trabajaban durante 14 horas diarias en los socavones de tierras extranjeras. Ellos fueron el factor de intercambio para poder construir autopistas y hospitales. Luego idearon el mercado de las pelucas. Las abuelas y las madres surcoreanas se cortaron el pelo para fabricarlas. "Sólo disponíamos de mano de obra y cabezas". Por obra de la perseverancia, la pobreza se estaba viendo amenazada.
Pero la ambición no podía terminar ahí. La estabilidad le dio paso a la industrialización. En 40 años Corea desarrolló una inusitada industria de vehículos. El secreto lo denominan inversión concentrada. En una economía emergente como la de entonces no había capital para todos los sectores de producción. La sensatez exigía que el gobierno debía centrar su apoyo en unas cuantas compañías, desde luego no elegidas a causa de un amiguismo parcializado, sino a aquellas que proyectaban visión, aquellas que ofrecían seriedad. De este modo, el Estado sólo invirtió en un par de compañías. Esa fue la apuesta. Hyundai y Samsung, entre otras, en un comienzo fueron subvencionadas por el Estado.
El embajador iba a conceder una anécdota más. La industria automotriz surcoreana surgió a partir de la producción de automóviles absolutamente primitivos. La Ford estadounidense les proveía hojas de acero. A fuerza de tijera y martillo fabricaron los primeros automóviles. El primer destino de exportación fue Ecuador. Hoy Corea del Sur es el quinto productor automotriz del planeta.
Estos son los secretos de Corea del Sur para aprender como nación:
- La educación. Gravitando en los principios del confucianismo, el primer valor humano del surcoreano es la educación y por tanto constituye el factor imprescindible de inversión. No es una broma el hecho de que el joven coreano tiene como primera prioridad a una maestra al buscar su pareja. Es el oficio más respetado y por tanto el más privilegiado. Toda la educación para profesores es subsidiada. Los maestros cuentan con altos salarios y dos meses de vacaciones. Un rector es más reverenciado que un ministro. Del inconsciente colectivo de la nación surcoreana emana la noción según la cual la educación es el único modo admirable de ascender el nivel de vida. Según el embajador, los estudiantes dedican más de 12 horas diarias a la educación, pues ven en ella una resolución plausible para el progreso personal. Estudian 220 días en su temporada escolar, es decir que cuentan con muchas menos vacaciones que el estudiante colombiano.
- El ahorro es un reflejo de la educación de un país. El niño surcoreano, el primer día que entra a la primaria debe abrir su cuenta de ahorro personal. El hábito del ahorro, más que una iniciativa de la escuela o de la familia, es una política de Estado.
- El orgullo gubernamental. La decisión política de los funcionarios públicos contribuyó de manera definitiva al desarrollo de la industria. Los buenos dirigentes son fundamentales.
- La diligencia: durante el periodo de desarrollo nacional, la época más ardua, los surcoreanos trabajaban el sábado y el domingo, sin límite de horario de trabajo.
- La autogestión. El presidente Park gestó un movimiento social de nueva comunidad en el que se modernizó la zona rural. En virtud de este, el gobierno tenía un plan de suministrar electricidad a la población. Sin embargo, el presupuesto no alcanzaba para suministrar materiales a territorios lejanos de la república. No pocas gentes de las aldeas, viendo que sus niños estudiaban a la luz de las velas, decidieron recolectar dinero para adquirir postes y cables. El gobierno, al sentir la iniciativa popular, extremó sus ayudas para poder terminar de adquirir los materiales. Por esta razón, el embajador denomina el nacimiento de la nación como un movimiento espiritual.
- La inversión en investigación de innovación del desarrollo. Más alto el presupuesto que el de Estados Unidos o el de Alemania. Solo por poner un ejemplo esquemático, las patentes surcoreanas van por el orden de 11.000, mientras que las de una potencia como Brasil cuenta con 500 y si queremos comparar, Colombia deambula con cuatro.
Corea del Sur es un país que posee una tasa del 3% de desempleo. El embajador aclara que tal índice se debe a que este sector de la población se rehúsa a trabajar. La conferencia se acaba y no se puede olvidar que al principio de esta el expositor había dicho que Corea del Sur cuenta con un territorio exiguo, del tamaño del Vichada, el cual en su mayoría es montañoso. Después el embajador insiste en cuánto le asombra la variedad geográfica de nuestro país. Frente a esto no queda más que preguntarse qué haría ese pueblo de mirada sigilosa con una biodiversidad como la de Colombia.