La tesis meritoria de maestría de Kelly Johanna Marín apunta a que desde el colegio los estudiantes se familiaricen con futuros desarrollos tecnológicos.
Kelly Johanna Marín, egresada de la Maestría en Bioingeniería y Nanotecnología de la Universidad Central en convenio con la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud (FUCS), creó una tarjeta electrónica capaz de medir señales fisiológicas e implementó este desarrollo con estudiantes de educación media en Bogotá.
Ingresó a la maestría como parte de la convocatoria de la Secretaría de Educación Distrital (SED) Profes a la U, gracias a una oferta de becas de formación posgradual a la que aplicó en 2021, que le permitió acceder a programas en el área de bioingeniería y nanotecnología.
Su trabajo consiste en un dispositivo electrónico que gracias a una serie de sensores puede medir la actividad de los músculos (electromiografía), el movimiento de los ojos (electrooculografía), los latidos del corazón (electrocardiografía) y la temperatura corporal. Cada uno de estos sensores va conectado a una placa electrónica o PCB (Printed Circuit Board) que, tras varios ensayos de prueba y error, logró diseñar para posteriormente mandar a fabricar en China, pues en Colombia este mismo proceso era demasiado costoso.
Este desarrollo hizo parte de su tesis de grado, dirigida por el profesor Dr. William Moscoso, en la línea de investigación del programa de Telemetría, instrumentación y dispositivos, con el que buscaba simplificar el mundo complejo de la bioingeniería y llevarlo a un estado en el que los estudiantes pudieran experimentar.
“Vi una oportunidad de relacionar desde la bioingeniería y la nanotecnología algo que me sirviera en mi quehacer docente”, explica Kelly, profesora de Tecnología Informática en el Colegio Diana Turbay (IED).
La gamificación o el aprender jugando
Para llevar este trabajo a la práctica en el aula, Kelly tuvo muy en cuenta el concepto de gamificación o ludificación, una técnica de aprendizaje que plantea que el individuo aprende jugando y divirtiéndose.
Con ese concepto en mente diseñó una cartilla con material de apoyo en la que se establecían juegos de roles para que los estudiantes cumplieran determinados retos relacionados con el uso de la tarjeta. Al final del ejercicio ganaban una insignia de oro, plata o bronce, dependiendo de su desempeño.
Haciendo uso de la electrooculografía, por ejemplo, un estudiante era capaz de indicarle a otro el paso a paso para resolver un laberinto básico sin necesidad de decir una palabra. Desafíos similares se cumplían con el uso de cada uno de los sensores.
“Quería que el estudiante reconociera que su cuerpo es una fuente de señales que se pueden medir”, explica Kelly, y en ese sentido la experiencia podría ser útil también en otras asignaturas.
“Uno de los evaluadores de mi tesis me hizo caer en cuenta de que la tarjeta se podía explorar mucho más en otras áreas y materias tan solo cambiando la cartilla”, dice.
Impulsar el talento para la electrónica
Kelly considera que la experimentación con este tipo de dispositivos le ayuda a sus estudiantes a orientar su vocación, de cara a la educación superior.
“Pocos colegios enseñan programación y electrónica, yo lo hago donde trabajo y eso ha permitido que muchos estudiantes se enamoren de esta área”, cuenta.
Ejemplo de ello es que uno de sus estudiantes más destacados, Sergio Hernández, ahora es estudiante de Ingeniería Electrónica en la Universidad Central. Otros alumnos suyos también se decidieron por carreras relacionadas con la electrónica y la ingeniería en otras universidades.
Sergio Hernández, exalumno de Kelly Marín y estudiante de la Universidad Central.
Pero más allá de lo anterior, el trabajo en el aula con esta tarjeta electrónica se convierte en una fuente de experiencias para que desde la educación media se vislumbren los desarrollos que puedan darse más adelante.
“Cuando cursaba mi maestría y aprendía todo a lo que apuntaba la bioingeniería, la nanotecnología, así como el desarrollo avanzado de medicamentos y de tecnologías biomédicas, me di cuenta de que lo que se vive en la vida real está a millones de años de lo que se enseña en el colegio. Este trabajo tiene como objetivo cerrar, aunque sea un poco, esa brecha tan enorme”, afirma Kelly.
La docencia: una pasión
Antes de decidirse por la Maestría en Bioingeniería y Nanotecnología, Kelly tuvo en cuenta otras alternativas, pero ninguna de ellas logró convencerla del todo.
“Hace mucho tiempo estaba pensando en hacer una maestría, las que le ofrecían a la Secretaría de Educación eran en pedagogía y las que tenían que ver con tecnología eran sobre creación de ambientes de aprendizaje. Me decidí por una maestría que me mantuviera actualizada y me sirviera para aplicarla en mi profesión”, explica.
Con los conocimientos adquiridos, el plan de Kelly es seguir llevando la experiencia tecnológica directamente a las aulas. Ese trabajo ya ha dado sus primeros frutos.
“No me veo en algo que no sea la docencia, eso se convirtió en una pasión para mí”.