El despliegue de las emociones a través de la conciencia corporal, con énfasis en la respiración, manifiesta un camino interior de gran potencial.
Para un actor o bailarín pensar en su cuerpo y sus emociones como factores de movimiento es trascendental en su formación. El tránsito corporal, para diversos profesionales en la danza y el teatro, es el resultado de varias técnicas que potencian la manifestación de expresiones emocionales y, puede estar mediado por ejercicios meditativos e integradores inspirados en prácticas holísticas como el pranayama (técnica de respiración enmarcada en la práctica del yoga).
Para profundizar en estos aspectos, establecimos un diálogo con Alejandra Guarín, docente de las asignaturas Movimiento, del programa de Arte Dramático de la Universidad Central y Cuerpo y Voz, de la Licenciatura de Artes Escénicas de la Universidad Pedagógica Nacional, quien afirma que el trabajo de conexión interior de un artista con emociones específicas es un potencial de creación profunda que puede enriquecer en gran medida la puesta en escena.
Una práctica integral y con fundamento teórico
Guarín sostiene que se trata de utilizar el cuerpo de manera efectiva, integral y fuera de mecanismos o posturas automáticas o divididas, consecuencia de hábitos culturales con los que cada persona ha crecido.
Enfoca su práctica en la constante relación entre el mundo interior y exterior del actor, en aras de generar estímulos para composiciones creativas de movimiento. Para lograr parte de lo anterior, Guarín ha incorporado en el aula un trabajo a partir de la respiración consciente, en la cual se estimula el movimiento corporal a través de los tránsitos entre el inhalar y el exhalar.
En ello, según Guarín, existen principios que intervienen en este proceso de trabajo como el uso de los factores de movimiento en torno al peso, el tiempo y el espacio: “por ejemplo, puedo asimilar la intensidad de una emoción a partir de preguntas como: ¿cuánto pesa tal alegría o tal tristeza en mi cuerpo?, ¿o con qué velocidad las identifico en mí?, ¿o cómo respiro esa sensación?”, afirma. Allí, es el lugar donde la respiración se convierte en la exploración intrínseca de esa experiencia. Es en ese momento cuando el movimiento se articula a ella, y por ende la emoción puede surgir de manera libre y auténtica.
El empleo del diafragma completo para respirar también forma parte de la exploración, pues permite una mayor captación del aire que se respira y, en esta medida, mejor oxigenación sanguínea y cerebral, lo que genera un aumento de la agilidad mental y la concentración. Así, el despliegue de estas características permite que algunas emociones puedan ser transitadas conscientemente de una manera más pausada y atenta.
Sobre procesos formativos e interdisciplinares
En la carrera de Arte Dramático existe un énfasis en el trabajo de interpretación textual (pues este aspecto usualmente llega sin mucha fundamentación desde la escuela media). No obstante, los acercamientos con estudios en danza y cuerpo son significativos para nuestros estudiantes, según Guarín, pues un actor que no sepa manejar su cuerpo en el espacio escénico, o que no tenga una noción del ritmo y de las formas que realiza, puede verse poco natural e intuitivo en escena.
Es así como en muchos de los montajes escénicos con los estudiantes, tanto el trabajo del movimiento como el de danza, son incorporados, aun cuando no sean elementos principales de una composición escénica: “puede haber ciertos guiños al trabajo dancístico, pero no se es fiel totalmente a una u otra técnica danzaria, aunque pueden utilizarse para enriquecer algunos montajes”, agrega Guarín.
En otras escuelas, como en las orientales, el actor es un ser integral que incorpora el trabajo con el cuerpo, la danza, la música y la interpretación. Muestra de lo anterior es la ópera china, pues no existe una división como tal en estos ámbitos.
Los artistas orientales están ligados a tradiciones teatrales de años de creación y manejan técnicas de calidades expresivas bastante elaboradas y codificadas, donde el manejo corporal y vocal de los intérpretes es muy alto. En Colombia, no obstante, estos acercamientos y propuestas comienzan a cobrar más relevancia con trabajos de diversas compañías en donde la puesta en escena integra la actuación con la danza y la música.
Una práctica que no solo es para artistas
Tener conciencia del cuerpo puede ser algo benéfico no solo para estudiantes de danza y teatro, afirma Guarín, puesto que esta capacidad, por ejemplo, para un docente puede ser de gran ayuda debido a que le invita a tener una mejor relación con su entorno:
Con todo, es posible afirmar que la práctica de la consciencia corporal puede ser de beneficio para las personas en general y no solo para un grupo determinado (artistas escénicos o bailarines).
Lo dicho, nos puede abocar a cuestionarnos por la forma en que nuestros cuerpos se relacionan con el mundo: ¿Qué percepciones tenemos de nuestros movimientos?, ¿alguna vez las hemos tenido?, ¿cómo puede determinarse esta concepción? Trémulas preguntas, pues se enmarcan en un ejercicio que hacemos desde el primer día en que nacemos hasta el último de nuestras vidas sin mayor detenimiento o meditación.
Para acercarnos a una respuesta a estos cuestionamientos, podemos remontarnos a nuestros primeros años de vida -afirma Guarín-, lugar de asombro y conciencia permanente dentro del desarrollo de habilidades para la supervivencia. Durante esta etapa, cuando un infante pasa de poder gatear a caminar, el asombro, la sorpresa y la conciencia están en pleno auge.
Caminar es toda una proeza y, luego del alcance de tan esmerado logro, los años empiezan a borrar -de alguna manera- el estupor por el descubrimiento al automatizar el cuerpo hacia un devenir diario sin mayor detenimiento sobre la potencialidad y la meta realizada. Los ejercicios de respiración consciente son un mecanismo que potencia la habilidad para reconocer de manera excepcional cada movimiento generado.
Al final, la apertura
Aunque pueda parecer extraño, todos tenemos el potencial de desarrollar mecanismos de conciencia corporal y, en este sentido, aprovechar su fuerza para la transmutación emocional e integralidad es una posibilidad latente en cada uno. Al fin y al cabo, somos aquello que transmitimos a otros y esto está mediado en gran medida por las emociones.
Este rol “es diferente al que se hace en un trabajo corporal en un gimnasio, pues lo puede llevar [a uno] a desbloquearse de manera integral, más que dividida o fraccionada”, afirma Guarín.
Si el lenguaje hablado es la forma en que comunicamos nuestras ideas, el lenguaje corporal es un fiel reflejo del sentir. Estudiar, analizar y replantear la capacidad y potencia del mismo, permite cambiar nuestra relación con el mundo. Esta es una ventaja que un estudiante de Artes Escénicas tiene no solo para su carrera profesional, sino también para su vida diaria y su relación con la sociedad.
Asimismo, logra serlo para una persona del común que, por cualidad o destino, logre detenerse y transitar el movimiento desde otras formas, con la apreciación sucinta de quien respira más allá de la sobrevivencia diaria. Es una oportunidad que, en últimas, todos tenemos como seres integrales que transitamos la vida a través de nuestros cuerpos.