En el marco del Día del Periodista, el profesor Javier Correa reflexiona sobre la ética de este oficio. Lea la columna de opinión aquí.
Razón tenía Hernando Martínez cuando propuso que el Día del Periodista no se celebrara el 9 de febrero sino el 4 de agosto, pues esta fecha corresponde a la publicación que Antonio Nariño hizo de la traducción de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, lo cual le costó ser llevado a la cárcel. Y qué mejor homenaje a quien es considerado el primer periodista político de nuestro país, cuyo nombre fue tomado para la casa donde viven los presidentes. Pero esa es otra historia, qué pena con el precursor de la Independencia.
Hernando Martínez, ético periodista fallecido hace varios años, recordaba que el Papel periódico de Santa Fe de Bogotá, capital del Nuevo Reyno de Granada, fue fundado por el cubano Manuel del Socorro Rodríguez con la financiación del virrey de la época, José de Ezpeleta, para hacerle propaganda a la corona española.
La fundación fue, precisamente, el 9 de febrero de 1791, y por eso se designó esa fecha para rendir homenaje al periodismo en Colombia. Y surge ahí el problema: eso de que el gobierno de turno financiara el primer periódico que sobrevivió varios años, no es motivo de mucho orgullo. Porque eso significa que el periodismo en nuestro país no surgió para informar, sino para defender los intereses políticos de quienes detentaban el poder.
Surgió después el periodismo de oposición. El mismo Antonio Nariño publicó en 1811 el periódico La Bagatela, desde el cual criticó el gobierno establecido en la llamada Patria Boba, cuyos palos de ciego facilitaron el regreso de los españoles a controlar todo. No hablo de hoy, sino de la segunda década del siglo XIX. La de hoy es también otra historia.
Nariño debió volverse militar y, con Bolívar y otros, expulsaron a los españoles de lo que años más tarde se llamaría Colombia. Después debieron adelantar campañas más al sur, para evitar que los ibéricos volvieran a volver. No es un juego de palabras.
Así se desenvolvió el periodismo decimonónico, y así ha seguido en el siglo XX y lo que va corrido del XXI. Es más, el primer periódico de los que hoy circulan, fundado apenas un año después de que fuera expedida la Constitución de 1886, es El Espectador, cuya bandera rezaba que “trabajará en bien de la patria con criterio liberal y en bien de los principios liberales con criterio patriótico”.
Todo el respeto y todo el reconocimiento a don Fidel Cano, quien fue excomulgado por defender sus ideas liberales desde las páginas de El Espectador; después, quemadas las instalaciones del periódico durante la segunda hegemonía conversadora a mediados del siglo XX y, años más tarde, bombardeado por el narcotráfico, cuando su nieto, don Guillermo, denunció nexos entre los políticos y el narcotráfico. No contentos con el bombazo, un 17 de diciembre, cuando se conmemora la muerte de Simón Bolívar, don Guillermo fue asesinado a bala cuando salía de las instalaciones del periódico.
El 9 de abril de 1948, cuando fue también asesinado a bala el dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán —quien había fundado el periódico Jornada—, el gobierno de turno cerró todas las emisoras que se habían unido al alzamiento popular. Para reabrirlas, creó Anradio, dirigida por un liberal, que constataba si estas habían apoyado las asonadas en todo el país. Las que no lo habían hecho recibían de nuevo la licencia, y todos felices.
Cuando el dictador Gustavo Rojas Pinilla fundó la televisión el 13 de junio de 1954, buscaba replicar lo que había aprendido durante los Juegos Olímpicos en Alemania, donde Adolfo Hitler utilizaba la recién inventada televisión para hacer propaganda.
“Algún día llevaré este invento a Colombia”, dijo el oficial que formaba parte de la delegación de deportistas. Eso o algo parecido fue lo que dijo. Es la idea, perdón por las comillas atrevidas. Y a fe que cumplió, pues “celebró” el golpe de Estado con la televisión, que hoy sigue desempeñando su papel propagandístico.
Ha habido medios de comunicación liberales, conservadores y hasta comunistas, siempre con la idea de exponer su ideología o, al menos, sus posiciones políticas. Como el bipartidismo supuestamente se acabó en Colombia, ahora los periódicos, las emisoras y los canales de televisión dejaron de estar afiliados a los partidos políticos.
Ahora es la plutocracia, el poder económico, el que se ha adueñado de los principales medios de comunicación en nuestro país. No solamente en Colombia, la verdad sea dicha, y si estamos hablando de periodismo debemos hacerle honor a la verdad.
Los pulpos económicos se han apropiado de periódicos, revistas, emisoras, canales de televisión, medios en internet, porque son buen negocio. Y porque así pueden controlar lo que se diga y no se diga, como, por ejemplo, en lo tocante al sector financiero. No demos ejemplos, que ya son conocidos.
El más reciente, el de un pool de revistas adquiridas por el segundo hombre más rico del país. El más rico, hace años había comprado otro pool de periódicos, revistas y canales de televisión y tiene pauta publicitaria en los demás medios. Otro pulpo pasó de las gaseosas a la televisión, y otro de las cervezas al periodismo impreso y la televisión.
Todo ha cambiado en lo formal, porque en el fondo sigue siendo más o menos lo mismo.
El periodismo en Colombia, desde el Papel periódico de Santa Fe de Bogotá capital del Nuevo Reyno de Granada, pasando por El Espectador de don Fidel Cano, hasta los youtubers tan de moda, tienen un sentido ideológico y político, más que informativo. Aunque podría discutirse que se informa desde una postura ideológica, sí.
El problema es que se informa de una manera sesgada acerca de lo que es políticamente “correcto” y se oculta aquello que podría ir en contra de determinados intereses políticos, económicos, culturales. Como lo previó el virrey Ezpeleta, cuando contrató a Manuel del Socorro Rodríguez para fundar el primer periódico, hace 228 años.
Se podría hasta sostener una bizantina discusión acerca de si el periodismo informa o editorializa; discusión que se puede resolver con una sola palabra, de tres sílabas y cinco letras: ética.
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