A propósito del Día del Abogado, José Vicente Barreto, director del Dpto. de Derecho y Ciencias Políticas, habla sobre los principales desafíos de esta profesión.
Aprovechando esta fecha conmemorativa quisiera hacer algunas consideraciones sobre nuestra profesión que siempre está en el ojo del huracán. El panorama del ejercicio profesional del Derecho se hace cada vez más complejo.
La incertidumbre es parte de los retos del Derecho, de ahí su preocupación por la seguridad jurídica, cuyos efectos han desatado muchos debates en los terrenos de la política legislativa, de la jurisprudencia y de la misma filosofía del Derecho.
El jurista, en sus distintas expresiones prácticas de legislador, juez, litigante o asesor es un actor clave en la búsqueda de soluciones pacíficas a los conflictos que siempre se presentan en cualquier sociedad.
Con mucha frecuencia, cuando se acude a un abogado es porque se está en problemas y, para solucionarlos, este tiene como base principios, normas y leyes debidamente aprobadas y vigentes que, como sistema, presentan un proyecto de orden; un deber ser, no definitivo ni perfecto, que hace parte de un sistema de base para la convivencia social.
Ese sistema estructura los propósitos y objetivos para la configuración de un proyecto social, por eso, la Constitución Política trata tanto los derechos y deberes de las personas y sus mecanismos de defensa, como de la estructura y funciones de las ramas del poder público y sus organismos e instituciones fundamentales; de manera que su conocimiento y práctica no solo es tarea de abogados sino de la ciudadanía en general.
Ahora bien, frente a estas expectativas, por las mismas características de su ámbito de desempeño, el abogado está siempre en la mira de una sociedad que a veces, por ejemplo, no capta las implicaciones del derecho a la defensa que asiste a todas las personas y que considera erróneamente que ciertos infractores de la ley no necesitan o no merecen ser defendidos y que quien lo hace obra mal.
Es verdad que en la práctica profesional también se presentan comportamientos antiéticos o ilegales que empañan la importancia de la función del Derecho en la búsqueda de la Justicia. A diario, en los noticieros se escucha de comportamientos indebidos, lo cual va provocando la peligrosa tendencia a generalizar.
Casos no faltan, pero también son muchos los abogados honestos que defienden los valores, objetivos y derechos reconocidos en las normas.
Además, infortunadamente, las problemáticas de la corrupción están permeando todos los estratos y profesiones, de modo que las actuaciones en contra de estas prácticas antiéticas deben tener una perspectiva que haga un mayor control al ejercicio de cualquier profesión.
Pero todas estas dificultades se vuelven retos, sobre todo en relación con el ejercicio profesional del derecho a futuro, en razón de que estamos asistiendo a un cambio del perfil del abogado.
Seguramente sus actuaciones se verán reducidas, ya sea porque la ciudadanía está más al tanto de sus derechos y de los mecanismos para su defensa, porque ha adquirido mucha fuerza la aplicación de los mecanismos alternativos de solución de conflictos como la conciliación o el arbitraje que no implican llevar casos ante los estrados judiciales, o porque aumentan los procedimientos virtuales de índole jurídica, como el registro de documentos públicos, o procedimientos judiciales automatizados.
Sin embargo, esto no quiere decir que el abogado vaya a desaparecer, por el contrario, la complejidad del derecho y sus nuevos campos de acción requerirán siempre de asesores e intérpretes especializados.
No olvidemos que el derecho es fundamental en las sociedades (ubi societas ibi ius), de manera que, lo que cambiará, probablemente, será el perfil del abogado y sus competencias frente a las nuevas necesidades sociales.
Las exigencias del mercado con sus problemáticas actualizadas; la internacionalización de las relaciones, especialmente económicas, comerciales y financieras; los avances de las nuevas tecnologías; los retos ambientales frente a la producción y el consumo y las nuevas conquistas de la democracia y de la inclusión social plantearán a los abogados adquirir nuevas competencias.
Adicionalmente, el manejo del inglés como segunda lengua, la capacidad de trabajar en equipo, el manejo de las herramientas tecnológicas y una actitud más proactiva que reactiva, de prevención más que de sanción, serán fundamentales sin contar con que la reglamentación legal sobre la profesión se hace cada vez más exigente.
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Por eso, el Día del Abogado debe aprovecharse para reflexionar sobre la importancia de esta profesión, identificar sus retos, peligros y reflexionar frente al rol que tiene en la constitución de redes sociales y culturales con un fuerte fundamento ético, de manera que estén dispuestas a conocer y respetar las normas que tienen por objetivo la construcción de un Estado social de derecho efectivo.
¡Feliz día colegas abogados y mucho ánimo porque la tarea es ardua!
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