El periodista de denuncia egresado de la U. Central, reflexiona sobre los desafíos de esta profesión “en una sociedad que se está yendo al desbarrancadero”
Hace algunas semanas el periodista Robert Posada, egresado de la Escuela de Comunicación Estratégica y Publicidad (ECEP) de la Universidad Central, apareció en distintos medios de comunicación y no por las razones que muchos desearían.
El experimentado comunicador habló sobre las amenazas que ha recibido por cuenta de las denuncias hechas a lo largo de su carrera y especialmente las que tienen que ver con la situación por la que atraviesa actualmente su natal Tuluá, Valle del Cauca.
Posada tiene una amplia experiencia en medios de comunicación. Estuvo vinculado a Radionet al lado de ‘pesos pesados’ del periodismo como Yamid Amat y el fallecido Jaime Garzón. Posteriormente trabajó en el diario El Tiempo, pasó por la sala de redacción de El Nuevo Liberal, de Popayán, y fue reportero judicial y de orden público en La Crónica del Quindío. También realizó participaciones en medios del exterior como Lo Positivo, de España, y La Nación, de Chile.
Se especializó en técnicas de guion para cine y en derecho constitucional y realizó una maestría en Gobernanza y Derechos Humanos en la Universidad Autónoma de Madrid, mientras estuvo exiliado.
Noticentral conversó con él para conocer su historia, su visión sobre el periodismo de denuncia y lo que considera se debe tener en cuenta en las aulas que forman a los comunicadores del país.
Noticentral. ¿Cuál fue la razón de Robert Posada Rosero para virar su carrera del periodismo al sector público?
Robert Posada: Nunca he estado al margen del ejercicio periodístico. Uno va adquiriendo experiencia durante la carrera y empiezan a abrirse espacios en la docencia o en las áreas de comunicaciones y redacción. Termino enrolado en el tema público por necesidad, porque cuando llego a Colombia, luego de estar exiliado, la situación seguía siendo muy complicada por cuenta de las amenazas. El mensaje de los delincuentes era que iban por mis familiares porque yo seguía denunciando desde el exterior. Regresé para protegerlos.
El hoy alcalde de Tuluá me pide que me quede en su casa mientras me puede colaborar y durante esas discusiones me dice que la única forma de ayudarme para que me quede en el país es vinculándome a lo público a ver si, siendo parte del Estado, me cuidaban.
NC: Respecto a esa experiencia en particular, ¿cuáles son los riesgos y cuáles son las diferencias que existen cuando se denuncia desde el periodismo y desde el sector público? ¿Cree que existen más garantías para denunciar cuando se hace desde lo público?
RP: No necesariamente. Ese fue un análisis que hizo quien hoy es el alcalde de Tuluá. Decía que si la Unidad Nacional de Protección (UNP) no me había dado garantías como periodista, me las podría dar siendo funcionario. En realidad eso no ha ocurrido porque hoy la situación que tengo frente a la UNP es la misma. No puedo entender, como periodista ni como ciudadano, cómo funciona la entidad ni cuáles son sus criterios, porque incluso hay una sentencia de la Corte Constitucional en la que le da línea y, aun así, no he logrado un esquema de protección completo que garantice mi integridad, ni siendo periodista ni siendo secretario de Desarrollo.
"Estoy vivo porque la Fundación para la Libertad de Prensa y Reporteros Sin Fronteras me brindaron las herramientas y me sacaron del país"
NC: ¿Cree que es suficiente el apoyo que brindan las organizaciones defensoras de la libertad de prensa en casos como el suyo?
RP: Creo que las organizaciones que defienden el ejercicio periodístico y la libertad de prensa hacen un impecable trabajo, pero la responsabilidad de garantizar nuestra vida no es de estas, sino del Estado. Esas organizaciones cumplen un rol fundamental que es el de hacer la denuncia, multiplicar y visibilizar nuestros casos. Es más, tengo que decir que estoy vivo porque la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) y Reporteros Sin Fronteras (RSF) me brindaron las herramientas y me sacaron del país; si no, no estaría dando esta entrevista.
NC: ¿Qué lo lleva a persistir en sus denuncias sobre la situación en Tuluá, más allá de lo que implica su labor como secretario de Desarrollo Institucional?
RP: Me he hecho esa pregunta muchas veces e intento entender cómo resulta uno involucrado en este tema tan complejo. Podría decir que no tengo la respuesta, pero cuando empezamos a denunciar lo que estaba ocurriendo en Tuluá la situación ya era insostenible. Las estructuras criminales se aliaron con actores políticos y empezaron a tomar el control de cada una de las ciudades. Así que los únicos que nos atrevimos a hablar de eso quedamos solos porque las autoridades decidieron mirar hacia otro lado y, cuando se dieron cuenta, estos actores criminales terminaron secuestrando toda una ciudad.
En Tuluá esta estructura determinaba quién y dónde se podía comprar, quién y dónde se podía producir y cuál era el precio de los productos. Terminó apropiándose de casi todas las economías. Los sitios de diversión nocturna son de esa estructura criminal o de sus aliados y controlan empresas de transporte y productos de la canasta familiar. Cuando uno como periodista visita los barrios populares, se encuentra que hay personas aguantando hambre por el control de los precios y el acaparamiento de los productos de la canasta. Han hecho que personas de menores ingresos sean incapaces de pagar esas extorsiones. Si el periodismo no está para denunciar eso, entonces ¿para qué está el periodismo?
La pregunta que nos tenemos que hacer es cuál es el rol del periodismo en una sociedad que se está yendo al desbarrancadero porque no somos capaces de evidenciar estas situaciones tan complejas.
NC: ¿Cuéntenos cómo hizo para denunciar estando en el exterior durante los 15 meses que duró exiliado?
RP: Estuve los primeros meses exiliado en México y aunque durante ese tiempo quise seguir informando de las nuevas amenazas, terminé silenciándome porque era el pedido que me hacía la FLIP y RSF. Ellos necesitaban que todo se calmara. Luego llegué a Madrid, España, y allí me dice RSF: “Hasta aquí llegamos nosotros, de aquí en adelante sigue usted solo”. Entonces me quedo en Madrid sin saber cómo resolver mi situación.
Posteriormente, un colega de acá de Colombia me dijo: “Tú no te puedes silenciar porque vas a tener que regresar a Colombia, regresar al periodismo y rehacer tu vida; si te silencias vas a desaparecer de la órbita”.
Mi fuerte como periodista siempre ha sido el periodismo escrito, pero mi amigo y colega me sugirió migrar hacia lo audiovisual porque es lo que hoy está mandando la parada. Yo le tenía mucha pereza a eso, a abrir TikTok, a publicar videos… sentía que ese no era mi espacio natural, pero ese colega, especialista en marketing digital, me anima a seguir con mis denuncias desde Madrid, ahora desde lo audiovisual. Rápidamente la gente se conecta y mis videos empiezan a hacerse muy virales. Yo no tenía problema con la información porque, como la gente ya me conocía como periodista y estaban tan desesperados y angustiados, tenía miles de corresponsales en Tuluá y en Valle del Cauca que me informaban todo lo que estaba pasando.
NC: Sin embargo, a pesar del exilio las amenazas persistían. ¿Cómo llegaban a usted en el exterior?
RP: Las redes sociales han hecho que el mundo se acerque de una manera increíble, pero así como me llegaba información de fuentes o ciudadanos, así mismo me llegaban las amenazas. Cuando estaba en México, por ejemplo, tenía que usar un número de ese país, que mucha gente no tenía, así que me escribían por Instagram, Messenger, TikTok o cualquiera de las redes sociales y, paradójicamente, a través de esos mismos canales llegaban las amenazas. Me han llegado amenazas por WhatsApp y por todas y cada una de las redes sociales. Las últimas venían en panfletos que circulaban de manera masiva por medios de comunicación. Incluso llamaban a mis familiares para que ellos me hicieran llegar mensajes como: “Díganle al tipo que sabemos que está fuera del país, pero que aquí tiene a su familia y que conocemos todo de él”.
Robert Posada frente al periodismo de denuncia
NC: Volviendo al periodismo, ¿cree que en Colombia son más los hechos que se callan que aquellos que se denuncian desde los medios, teniendo en cuenta la situación de violencia por la que atraviesa el país, principalmente en las regiones?
RP: Yo, que vengo de trabajar en medios grandes como El Tiempo o El Liberal, puedo decir que la autocensura vive y convive en las salas de redacción. Cuando se toma una decisión editorial muchas veces raya en la autocensura pues está determinada por intereses económicos, políticos y por muchas situaciones.
A mí me tocó ver, en medios grandes que habían armado equipos de redactores para trabajos muy importantes, directrices que hacen que usted termine leyendo un titular y un lead diciendo una cosa y el cuerpo de la noticia, que no hubo tiempo de cambiar, diciendo otra. Eso siempre ha existido y es evidente que en Colombia los periodistas callamos muchas cosas para proteger nuestra vida y en nuestras regiones esto es más frecuente. Y no solamente para proteger la vida, también porque vivir del periodismo es muy duro. Cuando los periodistas no tienen un trabajo estable en una empresa sólida económicamente tienen que vivir de la pauta y eso condiciona mucho el ejercicio periodístico.
NC: Usted es un periodista que ha ejercido antes y después de la masificación de las redes sociales. ¿Qué papel han desempeñado las redes sociales en el propósito de hacer periodismo de denuncia?
RP: Pienso que las redes sociales tienen cosas maravillosas. Quienes venimos de la vieja escuela comenzamos en un periodismo que era unidireccional; escribíamos, decíamos qué era noticia, estructurábamos todo. Hoy esto ha cambiado completamente, ahora las redes sociales tienen una gran ventaja y es que permiten hacer un periodismo más libre e independiente que no está sujeto a intereses económicos o sectoriales, pero también hay un gran riesgo: hay muchas páginas y perfiles por los que nadie responde y que están creados para desinformar. Allí le corresponde al ciudadano hacer un esfuerzo muy grande para saber qué es verdad y qué no.
"Si la objetividad no existe, ¿qué existe? El equilibrio y la responsabilidad"
NC: ¿Cuáles son las aptitudes que deben tener en cuenta aquellos estudiantes de periodismo que piensan inclinarse hacia el periodismo de denuncia? ¿Qué saberes se deben fortalecer en la academia para lograr ese propósito?
RP: Creo que hay que trabajar muy fuertemente el componente ético, no solo en las facultades de comunicaciones y periodismo, sino en todas las carreras. Hay que volver a hablar de valores y de la importancia de la dignidad.
Cuando estaba haciendo mi maestría en Madrid tuvimos una discusión muy interesante sobre qué iba a pasar con el periodismo en la era tecnológica. Estaban pesos pesados del oficio, entre ellos el director del diario El País y el subeditor de El Mundo, ambos medios españoles. Ellos decían que en un mundo donde hay tanta saturación de información el periodismo debe recuperar ese papel donde analiza la información, la explica y la decanta. Hoy la información está llegando al ciudadano de manera bruta, mezclando basura con lo que realmente es veraz. El oficio tiene que recuperar su rigor.
Uno como periodista va cambiando y el tiempo lo modera a uno. La pregunta clave es: ¿de qué lado tiene que estar el periodismo? Hace muchos años decía que del lado de la verdad; ahora digo: ¿cuál verdad? Pienso que la razón de ser del periodismo es acercarse lo más que se pueda a esa verdad, a la que vive el ciudadano de carne y hueso en la calle, porque esa verdad no es la misma del periodista.
Luego, en discusiones con defensores de derechos humanos, un amigo de Brasil que trabaja con la ONU me decía que no todo lo que es legal es correcto, hay leyes que salen contaminadas desde el mismo recinto donde se crean por los intereses que las mueven, pero cuando uno se mueve del lado de lo que es correcto se acerca a la esencia de lo que debe ser el periodismo. Otra discusión es la objetividad del periodismo… desde hace mucho creo que eso no existe, que hablar de objetividad dentro del periodismo es mentirle a los estudiantes de primer semestre.
Pero si la objetividad no existe, ¿qué existe? Existe el equilibrio y la responsabilidad, hay otros criterios para medir lo que es un buen periodismo. No es la objetividad porque en una tarea hecha esencialmente por seres humanos, esta no existe. Cuando ustedes me contactan, que se los agradezco infinitamente, están siendo subjetivos, ustedes creen que ahí hay una noticia. En el momento que vayan a escribir sobre la entrevista, la titulen y le den espacio en la página, también estarán siendo subjetivos. Este es el ejemplo claro de que la objetividad no existe en el periodismo.
Recuerdos de Robert Posada sobre la Universidad Central
NC: Finalmente, cuéntenos qué recuerdos tiene de su paso por la Universidad Central, cuál considera que fue el aporte más importante de la Institución en el desarrollo de su carrera profesional.
RP: Creo que uno necesita bases para el ejercicio profesional en cada una de las áreas. Tengo muy buenos recuerdos de la Universidad, allí hice el diplomado de guion para cine con el maestro Lisandro Duque, eran jornadas intensas, pero valiosas. También tengo el recuerdo de una clase maravillosa que se llamaba Literatura Latinoamericana Indigenista, que la dictaba un profesor pastuso y me fascinaba. Era ver América con ojos de escritores, pero nacidos en América, escritores indígenas. Recuerdo otra materia con un profesor que desafortunadamente ya murió, era un periodista del área cultural, yo decía que se ganaba la plata muy fácil porque siempre llevaba invitados (risas), llevaba escritores, personajes de la política… ¡eran unas clases maravillosas!
El énfasis de la Universidad es humanista, no en vano es una de las pocas universidades del país que tiene una carrera profesional en creación literaria, eso hace que tengamos ese enfoque que lleva las cosas un poco más allá respecto a otras instituciones cuyo fuerte es el marketing o la televisión. En la Universidad Central hay un componente diferente. Siempre llevo la Universidad conmigo porque es el lugar donde le dan a uno esos punticos que lo marcan para toda la vida.