Desde su llegada a la Institución en 2017, la maestra Catarine ha continuado su legado en la música, inspirando a estudiantes y destacando en la ópera
Pianissimo
Sara Catarine fue signada por la música desde muy pequeña. De eso no cabe la menor duda. Creció entre recitales, arias y zarzuelas. Su padre, Adolfo Catarine, reconocido pastor evangélico de Caracas, Venezuela, aprovechaba su membresía del Club Venezolano del Disco para entretener a la pequeña Sara y a sus cuatro hermanas con las sinfonías de Gustav Malher y Ludwig van Beethoven, mientras él estudiaba la Biblia.
Cuando el disco de vinilo dejaba de sonar, Sara, con seis años, subía a escondidas a la terraza de su casa para visitar a Bernardo, un carpintero que, tras ganarse la lotería, asistió durante seis meses a los mejores escenarios de ópera en Italia. Con él escuchaba Turandot, de Giacomo Puccini, y lloraban juntos mientras la obra narraba la triste muerte de la esclava Liu en Tu che di gel sei cinta, una de las arias de esa ópera.
“Me sentaba con él y me relataba historias hermosas relacionadas con las carátulas de los discos. Una figura que nunca olvidaré es a la soprano sueca Birgit Nilsson, en el papel de Turandot, y al tenor italiano Franco Corelli, como el príncipe Càlaf”, recuerda Sara.
Mezzopiano
Luego de tomar clases con varios profesores particulares durante su infancia, a los 16 años entró a estudiar en la Escuela Superior de Música José Ángel Lamas. Al notar su excepcional talento, el barítono de origen español Francisco Kraus le pidió que tomara lecciones con él. Al canto le siguió el piano y en tan solo dos años y medio logró terminar las asignaturas que a cualquier otro alumno le habría tomado cinco. En su pregrado aprendió de maestros como Aida Navarro, Federico Ruiz, Tiero Pezzuti, Erna Mühlbauer y Harriet Serr, entre muchos otros.
Su debut en los escenarios venezolanos llegó cuando el músico y ministro de Cultura José Antonio Abreu necesitó a una persona que hiciera la tercera soprano en la Sinfonía n.º 8, de Malher. Con esa interpretación llegó también la posibilidad de estudiar en el exterior. Su directora en la Camerata de Caracas, Isabel Palacios, intervino ante el ministro Abreu y luego de “vender hasta los zapatos”, Sara Catarine inició sus estudios de maestría en la Universidad de las Artes, en Filadelfia, con una beca de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho.
Piano forte
En 1991, Catarine audicionó para el Merola Opera Program, del San Francisco Opera. Se llevó el primer lugar entre 350 cantantes de todo el mundo. Cantó para la Western Opera Theatre, de San Francisco Opera, la New York City Opera, e inició posteriormente estudios para un curso de doctorado en interpretación vocal en la Escuela de Música de Manhattan de Nueva York.
Cuando la música era todo su universo reconoció que aquella frase que le dijo Sequera a su padre no era una advertencia, sino una profecía.
Su llegada a la Universidad Central
En 2017 y luego de haber cantado en escenarios internacionales, Sara Catarine se encontraba de nuevo en su natal Venezuela. Aunque contaba con el dinero para satisfacer sus necesidades, la aguda escasez de alimentos por la que atravesó el país durante esos años la llevó a mirar otros horizontes.
Para ese entonces, la Universidad Central lanzó una convocatoria que se ajustaba a su perfil. Esa oferta estuvo engavetada en sus mensajes no leídos de Facebook hasta que una exalumna suya vino a cantar en el Coro de Ópera de Colombia.
Tras la presentación, la exalumna habló con el docente Alejandro Chacón y con Alejandro Roca, en ese momento director del Taller de Ópera, sobre el deseo de la maestra Sara de llegar a Colombia. “Dile que revise sus mensajes. Le escribimos hace casi tres meses y no hemos obtenido respuesta”, respondieron.
De inmediato llamó a advertirle que la convocatoria estaba a punto de cerrar y le pidió que enviara su hoja de vida cuanto antes. Catarine presentó varias pruebas y, semanas después, le avisaron que el cargo era suyo. “Llevaba varios años con el deseo de llegar a Colombia, me gustaba el país y sabía que aquí se hacía ópera”, apunta la maestra Catarine.
Todo parecía estar listo para su llegada a Colombia, hasta que fue a renovar su pasaporte. El gobierno de Nicolás Maduro no se lo entregó por considerarla “persona de interés”, es decir, no quería que ninguno de los talentos más destacados abandonara Venezuela. Pero como en ocasiones anteriores, apareció alguien con una solución.
“La única manera en la que te puedo sacar de Venezuela es que salgas como expositora de un grupo religioso. Vas a tener que tomar un curso que dura tres días y luego te doy una credencial para que hagas parte del grupo que viajará a Bogotá”, le dijo una amiga cuyo nombre Catarine prefiere no mencionar.
En Colombia, la maestra se ha presentado en el Teatro Mayor Julio Mario Santodomingo de Bogotá, en obras como Barbiere di Siviglia, Madama Butterfly (como cover) y Der Rosenkavalier. También ha participado en causas sociales, ya que hizo parte de la Fundación Para la Integración Musical de Colombia (Fundimusicol), que trabaja con músicos colombianos y venezolanos.
Colombia y su ópera
Catarine asegura que, aunque la Ópera Nacional de Colombia en este momento ha disminuido su producción musical, sigue siendo un referente en la región. Ella resalta el papel que ha desempeñado el director de escena Pedro Salazar al frente de La Compañía Estable, la cual ha producido inolvidables espectáculos en el Teatro Mayor Julio Mario Santodomingo.
“El maestro Salazar ha traído a una pléyade de artistas extranjeros muy importantes como la soprano Julia Muzychenko-Greenhalgh, el tenor italiano Paolo Fanale o el barítono argentino Fabián Veloz, pero esos artistas extranjeros nunca superan en número a los nacionales. Creo que Colombia está atravesando un nuevo amanecer en la ópera. En el exterior están brillando cantantes como la mezzosoprano Andrea Niño, el tenor Andrés Agudelo y la soprano Julieth Lozano, los dos últimos egresados de la Universidad Central. Eso es muy positivo”, afirma.
Actualmente, la maestra Sara Catarine, además de mantenerse como profesora del programa de Estudios Musicales, es asesora del Coro Nacional de Colombia, cargo que obtuvo en competencia con trece maestros de Colombia y México. Asimismo, ya tiene agenda para el próximo año. Del 15 al 23 de junio del 2025 participará en un recital con obras de Claude Debussy y la norteamericana Florence B. Price, acompañada de la pianista y compositora Annette Di Medio. Además, será invitada por segunda vez al Piano on The Rocks International Festival en Sedona, Estados Unidos, entre el 25 y el 27 de abril. Allí compartirá escenario con la destacada pianista Sandrine Erdely-Sayo y con el maestro francés Jean-Marc Luisada.
La maestra unicentralista asegura que la música es una facultad humana que nos conecta con una naturaleza celestial y una manera de establecer vínculos con una entidad creadora superior. “Toda persona que hace música está conectada con el creador y está reconectando a otros con un don que es divino. Creo que el creador habla en música y por eso en el planeta siguen apareciendo nuevas especies, es decir que la creación no ha culminado. Mientras yo sea música tengo mucho por hacer. Toda persona que se alinea con la música se vincula con un lenguaje de paz, y a mí todavía me falta llevar paz”, puntualiza.