La solidaridad no solamente debe existir en tiempos de crisis. Pero está claro que en la adversidad es cuando más aflora y nos pone a prueba.
Ahora, más que nunca está de moda la palabra solidaridad. Aunque tiene sus raíces en la ley romana (en solidum: obligaciones que mantenían a un grupo de personas unidas, así como igualmente responsables de una deuda), solo hasta 1840 asumió un significado más amplio y similar al de hoy en día, incluyendo términos tales como interdependencia, obligación mutua y fraternidad.
Según la Real Academia Española de la Lengua (RAE), la palabra solidaridad significa “adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros”.
Pero aunque la definición especifique que es circunstancial”y el título de este artículo diga en tiempos de crisis, también podemos decir que es una palabra atemporal; la solidaridad no solamente existe (o debe existir) en tiempos de crisis; debe existir siempre, pero está claro que, en la adversidad, nos pone a prueba y es cuando más aflora.
Las crisis son amplias. Y aunque sean sociales, económicas o de salud, ponen en evidencia la inequidad que existe entre los que tienen menos capacidad para superarlas y los que tienen los recursos suficientes para enfrentarlas.
La sociedad, el ser humano, tiene que recuperar los valores universales, entre ellos, la solidaridad (valor humano). Al hablar de solidaridad, debemos también hablar de empatía y compasión, pero de una compasión que lleve a la acción; de actuar para responder.
En tiempos como el actual, en los que se plantean nuevas formas de relacionarnos, los sentimientos varían, se afectan; las tensiones aumentan, unas para bien, otras no tanto. Pero ser solidarios implica transmitir sentimientos y mensajes positivos, alegría, aprender a escuchar al entorno (familia, amigos, compañeros de estudio, compañeros de trabajo), sin dejar de lado la racionalidad.
Hacia los mayores, la solidaridad debe aparecer en dos vertientes:
1. Ayudándoles a ocupar su tiempo
2. Haciéndoles sentir que son útiles, al compartir ellos su tiempo y experticia
Cuando somos solidarios, no debemos pensar que hacemos las cosas porque nos toca hacerlas, si no porque nos sentimos comprometidos a hacerlas.