A partir de la crisis social generada en la pandemia y el auge de los medios digitales, una nueva generación política se hace realidad en el país.
Democracias en transformación
América Latina está conformada por democracias representativas y participativas, algunas más fuertes que otras, aunque todas con falencias de las que en la actualidad son conscientes sus habitantes. Estos organismos se instauran en Estados, compuestos en su mayoría por partidos políticos.
No obstante, las recientes protestas y estallidos sociales que se han presentado en los últimos años en la región dan cuenta de que muchos de los ciudadanos no se sienten identificados con los partidos políticos tradicionales de sus países. Lo anterior constituye una crisis en las democracias que ha dado pie a nuevas formas de organización y expresión política por diversos actores.
Una pandemia que agudizó la realidad
Durante las cuarentenas que se vivieron en América Latina a causa del COVID-19 en 2020 y 2021, las redes sociales facilitaron el reconocimiento de las realidades sociales y económicas por parte de miles de personas. Fue claro para muchos ciudadanos que el neoliberalismo y los partidos tradicionales, es decir, las antiguas democracias, no fueron capaces de solucionar problemas tan básicos y elementales como los de salud pública, el acceso a los alimentos, el derecho a un trabajo digno, entre otros.
La evidencia de estos problemas tuvo como consecuencia que muchos ciudadanos salieran a protestar a las calles como muestra de inconformismo frente a la realidad social. Como resultado de lo anterior, tuvo lugar la gran polarización política de los que estaban a favor y en contra del estallido social. Esta división, de manera posterior, también se ha visto reflejada en la participación democrática para la elección de cargos públicos.
Nuevos canales, nuevas audiencias
Los medios de comunicación tradicionales ya no cuentan con la confianza y atención de los ciudadanos que tenían hace dos décadas. En la era digital, las redes sociales han permitido a los ciudadanos acceso y verificación de múltiples fuentes, versiones y puntos de vista sobre los acontecimientos con mucha facilidad y velocidad (democratización liberal, gracias a mayores fuentes de información). Así, existe un desmonte de las audiencias conformadas por grandes masas.
La transformación democrática tiene como eje articulador una gran cantidad de sujetos activos que toman decisiones más informadas, pues cada persona decide cómo y de qué manera acceder a sus fuentes de información. No obstante, esta apertura tiene sus bemoles, pues, frente a la gran cantidad de datos circulantes en lo digital, existe también una crisis de credibilidad. Se requiere de una inversión de tiempo para verificar la veracidad de la información.
Sobre el estallido social y las movilizaciones, los medios de comunicación digitales lograron darle voz a quienes por años han sido excluidos y no escuchados (así fuese con videos borrosos o audios de baja calidad), contrario a los medios tradicionales, que, por ejemplo, aún siguen nombrando a los jóvenes y protestantes como “criminales”. Si estos grandes medios tradicionales no cambian su narrativa en los próximos años, pronto se quedarán sin audiencia.
Una movilización transformada
Durante años se tuvo el concepto de movimiento social como un acto relacionado con la criminalidad y cuyos fines eran infructuosos, pues en Colombia se acentuó la idea de que “protestar no sirve para nada”, o de que era “un acto delincuencial”. Esto causó que muchos sectores no participaran en las manifestaciones sociales durante mucho tiempo.
Sin embargo, a partir del año 2019, en actos de concientización, solidaridad y empatía, nuevas organizaciones y personas empezaron a nutrir el movimiento social. En las protestas, ya no solo estaban presentes los clásicos estudiantes de las universidades públicas, sino jóvenes sin acceso a la educación superior, personas de escasos recursos, estudiantes de universidades privadas y, en general, personas que antes no creían tener nada que ver con el país político. Lo anterior trajo consigo que la movilización perdurara en el tiempo, pues más actores estuvieron involucrados en la misma.
Un giro político-simbólico
El gran auge de conceptos como “nuevas ideologías políticas” o “nuevas derechas e izquierdas” da cuenta de una separación ideológica del tradicionalismo en el Estado. Al medir la política de manera cíclica, podríamos decir que hoy, en Colombia y América Latina, estamos en el ciclo de las políticas alternativas. Esto representa nuevos desafíos, sobre todo para los jóvenes, nuevos en el escenario político, quienes han demostrado tener nuevas narrativas sociales llenas de diversas estrategias de visibilización.
La primera y más notoria de estas estrategias es la idea que los enmarca como una especie de “superhéroes” al emplear cascos, escudos y palos para “defender la sociedad”. Una segunda estaría ligada a la conciencia sobre el hambre a través de la puesta en marcha de las ollas comunitarias. La última está más relacionada con la idea de evidenciar la realidad y la crisis socioeconómica de muchos a través de arengas, cánticos y dichos como “#SOSColombia” o “#NosEstánMatando” o del derrumbe de estatuas. Considero que todas estas estrategias son formas de reescribir la historia.
La coherencia en las urnas
Una crítica que nació de la sociedad misma estuvo relacionada con la coherencia de la protesta social con la participación electoral, pues el abstencionismo en Colombia siempre ha sido alto. En el país, por muchos años, se ha visto la protesta social como algo negativo; sin embargo, cuanto más ignoren los gobiernos estas voces, más complicado puede ser el panorama al desencadenar estallidos sociales inmensos, como los ocurridos en años anteriores.
La movilización social es sana, es sinónimo de que la representación política se ejerce también desde la creación de movimientos sociales que aportan al debate democrático y a su vez pueden ser capaces de representar a quienes no se identifican con partidos políticos tradicionales.