En 1943 se realiza para muchos, la primera película neorrealista: Ossessione (Obsesión) de Luchino Visconti, obra que fue perseguida y censurada en su momento, en medio de un escenario de totalitarismo, corrupción y pobreza.
De esta manera, aprovechamos este artículo y todo un ciclo de cine del mes de mayo, para dedicarlo a la valentía y entereza de esos realizadores que construyeron una cinematografía que siempre le hablará al oído al pueblo colombiano, por la cercanía a nuestras realidades como país y como latinoamericanos.
Inicios y contexto
Desde mediados de los años treinta hasta inicios de los cuarenta, en Italia se realizaban algunas películas de propaganda para el régimen fascista, comedias ligeras y otro tipo de producciones que no controvertían particularmente el statu quo, obras que mostraban una Italia invencible y próspera en medio de un momento histórico en el que la nación se venía a pique.
El neorrealismo rompe con esa tendencia, busca construir una forma cinematográfica que muestre el desencanto de la Italia vencida, la Italia de posguerra: un país sumergido en la pobreza, el abandono y con una mirada ciertamente pesimista para reconstruir una nación que se encontraba devastada no solo económica, sino espiritualmente.
Contenido, ética y estética de la puesta en escena
De entrada y, en la medida en que la industria cinematográfica demanda grandes valores de producción para llevar a feliz término las obras cinematográficas, los realizadores que comenzaron con el movimiento tuvieron que apartarse de estos modelos de producción de estudios, star systems y derroche en los decorados para asumir un estilo, una ética y una estética diferentes.
Estas los llevaron a concebir al cine como un espejo capaz de reflejar, de la manera más fidedigna, la Italia que el fascismo le había querido esconder al mundo, la Italia de las calles, la Italia donde el pueblo sufre las consecuencias de una guerra que no les pertenecía y que los había sumido en una miseria sin precedentes.
Es por esto, que los primeros directores rompen con paradigmas heredados de la industria de Hollywood para sacar la cámara a la calle y trabajar con actores naturales, sin formación —básicamente porque no había dinero con qué pagar a los grandes actores de la industria—.
Más adelante, esta forma de producción se convirtió en un estilo de vida, una forma orgánica de mostrar la realidad, su sello auténtico a través de los escenarios reales donde se había producido el conflicto y los personajes que lo habían vivido en carne y hueso.
Rossellini, Visconti y De Sica: la tríada esencial
Para la mayoría de críticos e historiadores de cine, el padre del movimiento fue Roberto Rossellini (1906-1977) con su película Roma ciudad abierta (1945), que cuenta la historia de varios personajes que, en plena decadencia del régimen de Mussolini, organizan un movimiento de resistencia para contrarrestar la ocupación nazi.
En Roma ciudad abierta, Rossellini nos sumerge en su estilo casi documental, profundamente realista y en el punto de vista de una comunidad que, a pesar de la miseria, el miedo y la decadencia de una nación derrotada, conserva una voluntad implacable de salir adelante.
En esta película Rossellini es capaz de darle gran altiveza y humanidad a sus personajes femeninos, entre ellos, se destaca el papel de la gran actriz que supo consagrarse en este movimiento: Ana Magnanni.
No solo en esta historia, sino en otras como Alemania, año 0 (1948), Rossellini logró humanizar al enemigo: El ocupante alemán. En esta última, ofrece una mirada compasiva sobre un enemigo nazi que en últimas engloba, sobre todo, el drama de un pueblo europeo que termina en la ruina por cuenta de una guerra entre personajes con poder, pero que lucha la gente de a pie.
Obsesión
En Obsesión, Luchino Visconti demuestra ese gran aprecio por el melodrama narrando la historia de un amor imposible, un amor que termina en locura por cuenta de una obsesión. A pesar del tema y el género que con tanta magistralidad supo tratar este director, tenemos un acercamiento estético totalmente enmarcado dentro del movimiento: las locaciones reales, la miseria de unos personajes que tratan de sobrevivir y amar a toda costa, en un contexto salvaje en que no había lugar para el amor.
Ladrones de bicicletas
En De Sica y, particularmente en Ladrones de bicicletas (1948), encontramos la relación entrañable entre un padre y un hijo que buscan incansablemente una bicicleta que les habían robado y que constituía el sustento más importante de la familia puesto que de ella dependía el trabajo del padre. En esta película, el espectador es invitado a seguir el camino de búsqueda de estos personajes, muchas veces angustioso, en ocasiones también con un tinte chaplinesco y absurdo, pero sobretodo nos sumerge en la profunda angustia que siente un padre por darle una vida digna a su hijo y la angustia de ese pequeño por honrar a su padre en medio del flujo de una ciudad destruida, despiadada, una selva de cemento en la que solo los más fuertes sobreviven.
Es innegable que en todas estas películas hay una suerte de moraleja, de compromiso político con un pueblo que sufre y al que el realizador trata de consolar con la sabiduría de que solo la entereza, la valentía, la resistencia y la lucha podría llevar al pueblo italiano a un mejor renacer.
La calle como símbolo existencial de tránsito
En todas las películas nombradas, y en otras como La strada (Fellini, 1954) y El eclisse (Antonioni, 1962) —esta última no es precisamente una película del movimiento, pero el director sí es hijo del mismo—, encontramos la imagen del camino como símbolo de pregunta, de tránsito hacia lo desconocido. El camino, en gran parte de estas películas, es la pregunta por la existencia, el para dónde vamos, el qué nos ampara el destino.
Gino, en la ya mencionada Obsesión de Visconti, es un claro ejemplo de ese tipo de personaje: hijo del camino mismo, de la deriva. Un vagabundo acostumbrado a la vida nómada que sueña con montañas y mares en cada nuevo paraje.
De cierta manera algo similar ocurre en Ladrones de bicicletas, los personajes deambulan por una Roma despiadada, una Roma similar a la Bogotá de hoy: buses atestados de gente, ladrones buscando la oportunidad de tomar cualquier cosa para poder sobrevivir y en ese deambular, en esas calles, ese padre y ese hijo en medio de esa búsqueda por encontrar un lugar en el mundo.
El camino, la calle, fue la forma de representar la angustia existencial de un pueblo que se encontraba confundido y a la deriva.
Neorrealismo hoy y siempre
El neorrealismo fue un movimiento cinematográfico de vanguardia, eminentemente italiano, una corriente cinematográfica que supo expresar el sentir de una nación y contribuir de una u otra forma a su transformación social.
En este sentido, el neorrealismo transformó no solo el lenguaje cinematográfico, sino las posibilidades políticas a través de un cine urgente, necesario, un cine que le hablara al pueblo que, como el colombiano, necesitaba un cimbronazo y un par de cachetadas para despertar.
De esta manera, dedicamos este ciclo a la valentía y el coraje de aquellos realizadores que tuvieron la sensibilidad y la entereza de hablar de su gente como ningún historiador, sociólogo o antropólogo pudo hacerlo en aquel momento.
No se pierda en esta retrospectiva además de los filmes insignia, algunas joyas olvidadas del movimiento que no suelen incluirse en las retrospectivas de salas alternas, tales como las obras de Pietro Germi, Renato Castellani, entre otros.
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